viernes, 12 de junio de 2015

Una democracia a favor de nuestro pueblo y no en contra de él



Hay quienes creen que la realidad ecuatoriana en los últimos ocho años ha cambiado. Otros consideran que ésta sigue conforme quedó estructurada en la última dictadura, en la que se instauraron las bases materiales del actual poder político y especulativo financiero impuesto por los sectores políticos que tradicionalmente se han rifado la patria.
Lo cierto es que, con la judicialización de la protesta popular, confundida entre los “forajidos” y los “indignados”, la derecha actual es parte de las últimas marchas en que coincidencialmente unos y otros dicen defender las libertades, la democracia y un ordenamiento jurídico y económico que permita mejorar las condiciones de vida de los ecuatorianos.
La actual composición política de la Asamblea Nacional, comienza a mostrar su desgaste. El oficialismo casi sometido al pensamiento de Carondelet y la confusa oposición, emplean el mismo discurso con alocuciones de soberanía y patriotismo al defender u oponerse por ejemplo a, las enmiendas a la Constitución, Ley de Justicia Laboral, impuesto a las herencias, Ley de Tierras, etc.
Es decir, mientras la clase política se disputa los espacios de poder, lo sectores populares, debido a la poca formación y débil criterio político siguen siendo presa fácil de la desinformación paralela y de quienes dicen defender sus intereses. Sin embargo, los sectores políticos, durante las últimas cuatro décadas, lo único que han hecho es repartirse el poder entre los financiadores de las campañas y ofrecer una que otra dadiva populista que abriga las esperanzas del pueblo; pero en la práctica, han disminuido los derechos sociales impidiendo el ejercicio de los derechos constitucionales y afectando a la soberanía nacional.
Mientras el oficialismo revolucionario dice que gobierna y legisla para disminuir la deuda social, se evidencia su impotencia política, que para “cumplir” con su proyecto populista endeuda geométricamente al país y consecuentemente a los ecuatorianos. Por otro lado, las bases de las organizaciones populares tienen dificultad para valorar críticamente las propuestas políticas de ambos sectores.
En este momento, es oportuno, que los trabajadores y los ciudadanos de a pie con valentía y voluntad inquebrantable, puedan distinguir los intereses populares de los intereses de la derecha. Sólo así, podremos ir forjando el establecimiento de una democracia a favor de nuestro pueblo y no en contra de él, que debe ser asunto de capital interés para los sectores sociales comprometidos con el país.