lunes, 23 de diciembre de 2019

Navidad: resultado de la unidad y solidaridad.


Monseñor Leónidas Proaño, el Obispo de los Indios conceptúo a la navidad como la “insurrección de la escasez de las mayorías populares en contra de la abundancia y riqueza de unos pocos”. El propio Papa Francisco pidió que “procuremos no mundanizar la navidad, ni convertirla en una bonita fiesta tradicional, pero centrada en nosotros y no en Jesús".
Por todos los lados escuchamos que la navidad es un tiempo de paz, amor y fantasía. Podría ser si de fantasía, porque del resto no. Las clases populares no tienen con que comprar la felicidad mercantilizada por la empresa, que ve a la navidad como un tiempo de agrandar sus ganancias.
No es que esté en contra de la ilusión de los niños, pero es preciso señalar que en la sociedad clasista en la que vivimos, las clases sociales siguen teniendo un papel fundamental, puesto que gran parte de los productos que se nos incita a adquirir y regalar están hechos en países con una elevada tasa de pobreza. Por ejemplo, la empresa Lee fabrica la mayor parte de su ropa en Centroamérica, utilizando manos de niños que cosen en industrias que forman parte del amplio tejido de maquilas que dependen de esta marca; sin mencionar la explotación laboral y las humillaciones a la que son sometidos los trabajadores en los países en los que se venden sus productos. Por eso, lo que pretendo es argumentar el porqué de la fiebre del consumismo del sistema capitalista, a los cuales Jesús, cuando vendían y compraban en el Templo los echó afuera manifestándoles: “Está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración. ¡Pero vosotros estáis haciendo de ella una cueva de bandidos!”
Por suerte, hay muchas personas que han comenzado a cuestionar este consumismo, propiciando hacer de la navidad un verdadero tiempo de convivencia familiar. Sin embargo, la tarea resulta difícil. Por todas partes, ofrecen facilidades de comprar regalos y hasta de “donar” algo a los menos privilegiados.
Que los empresarios no puedan advertir que la navidad es una celebración de la encarnación de Dios en nuestro retorcido mundo, es comprensible. Pero que los sectores populares y de trabajadores no podamos valorar las condiciones y realidades históricas del nacimiento del niño Jesús, junto a un pesebre muy pobre, hace precisamente que seamos embriagados por la algarabía de esta celebración.
En fin, esperemos que el sentimiento navideño con el que nos invaden almacenes y medios, deje de ser una falsedad. Porque la felicidad como la emancipación sólo son resultado de la unidad y solidaridad entre la clase trabajadora y los sectores progresistas.