Señor Presidente
Pasé todo el 30 de Septiembre de 2010 en la sede de la
CONAIE junto a varios amigos, entre ellos Alberto Acosta y Humberto Cholango.
Estaba en curso un levantamiento policial y Usted estaba retenido. Fueron
largas horas de incertidumbre y de mucho debate. Había quienes argumentaban que
su política hostil en relación a la causa indígena no daba ningún incentivo al
movimiento para salir en su defensa. Había quienes pensaban –como yo, mis dos
amigos mencionados y muchas otras personas– que lo que estaba en juego era la
sobrevivencia de la democracia y que, en ese momento, Usted era su garante. La
discusión fue larga pero la decisión final fue muy clara: había que defender la
democracia y hacer todo para que el Presidente regresase a Carondelet. Así se
hizo y Usted regresó cansado pero recompensado de todos los riesgos vividos
aquel día.
Salí satisfecho de la sede de la CONAIE. En aquella ocasión,
como en tantas otras en el pasado, aquel edificio había sido el guardián de la
democracia ecuatoriana. Para los que piensan, como yo, que las sociedades valen
lo que valen las luchas colectivas de sus ciudadanos y ciudadanas por una
sociedad más inclusiva y más democrática, las memorias de esas luchas son parte
del patrimonio del país y no se borran nunca. Quienes imaginan lo contrario,
acaban pagando un precio muy alto: son ellos los que son borrados de la memoria
del pueblo.
Sin importar las justificaciones legales, expulsar a la
CONAIE de su edificio es un acto injusto y políticamente insensato. Porque he
sido solidario con Usted en tantas ocasiones, me pregunto en plural: ¿por qué
desperdiciamos de manera tan desatinada una oportunidad única de transformar el
Ecuador en una sociedad más justa, intercultural y plurinacional? ¿Cómo es
posible dejar de ver que una oportunidad como esta no volverá en muchas
décadas? ¿Cómo es posible que demos la espalda a una conquista de los pueblos
como es el Sumak Kawsay? ¿Cómo podemos transformar tan fácilmente a adversarios
con quienes deberíamos debatir en enemigos que se quiere abatir? ¿Cómo es
posible que el código genético racista de la izquierda latinoamericana nos
atropelle cuando menos lo imaginamos? Señor Presidente, sepa que, al expulsar a
la CONAIE de su casa, expulsa a mucha más gente que inclusive no ha estado de
acuerdo con ciertas opciones de la CONAIE en el pasado. Y sepa sobre todo que
los sin techo son hoy en día un movimiento muy fuerte en nuestro continente.
Los sin techo de la CONAIE darán qué hablar y seguirán haciendo historia.
12 de diciembre 2014