En el callejón andino de América del Sur, y particularmente en Ecuador, existe una relación contradictoria y dolorosa con los pueblos indígenas que debe ser cuestionada y transformada. Los admiramos desde lejos, celebramos su música, sus vestimentas y sus festividades como el Inti Raymi, Pachamama Raymi, Fiesta de la Mama Negra, El Carnaval Indígena, y a menudo los convertimos en símbolos folklóricos que adornan nuestra identidad nacional. Sin embargo, cuando esos mismos pueblos indígenas se levantan en defensa de la vida, sus territorios, su dignidad y los derechos de todos los pueblos, la respuesta oficial y social suele ser la represión, el estigma y la criminalización.
La reciente oleada de protestas sociales e indígenas que ha sacudido Ecuador ha dejado una herida profunda en el país: un muerto: Efraín Fueres, decenas de detenidos y numerosos heridos. Estas cifras representan tragedias humanas que no deben ser minimizadas ni olvidadas. Son el reflejo de una sociedad que aplaude sus ceremonias y celebra su cultura, pero que rechaza y reprime su lucha cuando cuestiona los privilegios, las estructuras de poder y el modelo económico vigente.
Esta contradicción es evidente, preferimos bailar su música y usar ponchos y sombreros en festividades, pero evitamos enfrentar las causas profundas que impulsan estas protestas. Nos quedamos con la imagen colorida y festiva, pero damos la espalda a una realidad compleja y urgente que vive el pueblo indígena y ecuatoriano. Su resistencia pone en jaque un sistema que ha marginado históricamente sus voces y derechos, y esa incomodidad genera miedo, rechazo y violencia del gobierno.
Es fundamental que como sociedad ecuatoriana dejemos de reducir al indigenismo a un simple adorno cultural. La verdadera dignidad indígena trasciende las festividades: implica justicia, respeto a sus territorios, acceso a derechos básicos y reconocimiento pleno como sujetos políticos. Ignorar esta realidad perpetúa un ciclo de exclusión que inevitablemente vuelve a estallar en conflictos y tragedias.
En este momento crítico, convocamos a la solidaridad activa de ciudadanos, organizaciones sociales, movimientos populares, trabajadores, académicos, mujeres y estudiantes para respaldar al pueblo indígena en su legítima lucha contra la prepotencia del poder y el alza de la canasta familiar. No aceptamos que sus voces sean silenciadas con represión o cárcel. Defender los derechos colectivos con dignidad rebeldía es una tarea urgente para construir un país justo, plurinacional y respetuoso de su diversidad.