viernes, 19 de septiembre de 2025

Un gobierno sin brújula y una Constituyente para evadir la realidad

Cuando se habla de la evidente ineptitud del presidente Daniel Noboa, la derecha empresarial y mediática se apresura a excusarlo, alegando que heredó un país en crisis. Pero nadie obligó a Noboa a postularse, ni mucho menos a ofrecer soluciones que ahora es incapaz de cumplir. La narrativa de “recibí un país destrozado” no basta, sobre todo cuando fue él quien, junto a la oligarquía, alimentó la campaña del miedo: miedo al correísmo, miedo a la inseguridad, miedo a todo, salvo al poder económico que representa.

 

Desde el inicio de su mandato, Noboa ha gobernado desde la distancia –incluso literalmente– abandonando el palacio de Carondelet para intentar deslegitimar a los actores sociales organizados, a los que ha pretendido colocar como enemigos públicos. Pero el miedo que sembró se le ha revertido. Hoy, el que actúa con temor es él. Las promesas de campaña han quedado en el aire: los impuestos se elevaron, aumentó el precio de los combustibles y la inseguridad crece a diario. La realidad es innegable: no hay salud, no hay trabajo, y no hay seguridad.

La incapacidad de Noboa para gestionar el país lo ha llevado a una peligrosa maniobra política: la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Esta propuesta no responde a las necesidades del pueblo, sino a su intento de reconfigurar las reglas del juego para mantenerse en el poder y diluir los mecanismos democráticos como los referendos populares. En lugar de solucionar la crisis hospitalaria, el desempleo o la violencia, prefiere montar un nuevo teatro político que solo servirá para distraer la atención y concentrar más poder en manos de una élite minoritaria.

Además, no hay coherencia en su discurso. ¿Cómo puede hablar de soberanía popular si desconoce decisiones democráticas como las consultas sobre Quimsacocha o el Yasuní? Mientras el pueblo exige respeto por la naturaleza y su derecho a decidir, Noboa opta por proteger intereses empresariales. Y mientras miles de ecuatorianos se hunden en la pobreza, el gobierno derrocha más de 80 millones de dólares en consultas inútiles y mantiene subsidios a grandes corporaciones.

La propuesta de una Constituyente es una cortina de humo. El país exige soluciones reales. Ya basta de mentiras disfrazadas de reformas. La crisis ha desbordado al presidente Noboa y lo ha expuesto con todas sus limitaciones, que no son pocas.