Mons. Óscar Arnulfo Romero es una figura clave en la lucha por la justicia y la dignidad humana. Su compromiso con los pobres y oprimidos lo convierte en un referente de la teología de la liberación. En 2010, la ONU proclamó el 24 de marzo como el "Día Internacional del Derecho a la Verdad" en su honor, destacando su incansable defensa de los derechos humanos. Pues, en esta fecha, en 1980, fue asesinado mientras oficiaba misa en la capilla del hospital Divina Providencia, en la capital salvadoreña.
Mons. Romero denunció sin miedo la injusticia y la represión, proclamando la verdad en un contexto de encubrimiento y mentira. "La verdad está esclavizada bajo los intereses de la riqueza y el poder", afirmó. Su predicación, inspirada en el Evangelio, se convirtió en un eco de los clamores del pueblo. En sus homilías y mensajes radiales, visibilizó la voz de los pobres, quienes, sin saberlo, fueron coautores de su mensaje liberador.
Su testimonio estuvo marcado por una visión profética: denunciar el atropello a la dignidad humana, la impunidad, la corrupción y la explotación laboral. Su famosa exclamación: "¡Cese la represión!" sintetiza su lucha contra la violencia estructural. Para Mons. Romero, la verdad era inseparable de la justicia y la misericordia.
Mons. Romero fue mártir de la verdad, pionero de la memoria histórica, encarnó la lucha por la justicia enfrentando a quienes empobrecían y oprimían al pueblo. Su legado nos desafía a mantener viva la verdad como condición para humanizar el mundo. Como proclamó Jesús: "La verdad los hará libres". En esta frase, Mons. Romero encontró la razón de su martirio y la esperanza de los pueblos en lucha por su liberación.
En Monseñor Romero, el compromiso con la verdad no fue una postura abstracta, sino una opción valiente por denunciar injusticias estructurales concretas que afectaban al pueblo salvadoreño. Su voz profética incomodó a los poderosos al señalar, por ejemplo, que “la justicia es igual a las serpientes, sólo muerden a los que están descalzos”, dejando en evidencia la parcialidad del sistema judicial. Criticó con firmeza a un Gobierno cuyas reformas, según él, “de nada sirven si van teñidas con tanta sangre”. Denunció la violencia sistemática contra quienes defendían al pobre, afirmando que “la persecución contra que él se debe a eso”, lo cual probablemente selló su trágico destino.