sábado, 15 de marzo de 2025

El Campo Sacha y el eco de “El festín del petróleo”

    En 1972, Jaime Galarza Zavala publicó El festín del petróleo, una obra que se convirtió en un grito de denuncia contra la corrupción y el entreguismo de los recursos naturales del Ecuador. Por la publicación del libro Jaime Galarza, fue secuestrado, torturado y condenado a prisión por un tribunal militar. Su obra se convirtió en un símbolo de denuncia y resistencia.

El presidente Correa con el pretexto de retomar el control de varios campos petroleros, entregó el campo Auca de la misma forma que ahora Daniel Noboa pretende entregar el Campo Sacha a empresas extranjeras, disque para buscar eficiencia y atraer inversiones. Medio siglo después, Jaime Galarza en sus páginas revive los fantasmas del pasado.

A inicios de 2024, el presidente Daniel Noboa intentó asegurar su popularidad con un polémico acuerdo con la empresa china Sinopec. El gobierno condicionó la entrega del Campo Sacha a un adelanto de 1.500 millones de dólares para aliviar la crisis fiscal del país. La propuesta no se cumplió y ahora dicen que buscan nuevas alternativas. Bien por el país, porque la entrega del patrimonio nacional a intereses extranjeros era similar a lo denunciado por Galarza Zavala décadas atrás.

Sin embargo, el acuerdo nunca se concretó. Principalmente por la presión ciudadana, falta de garantías legales o conflictos diplomáticos, los fondos no llegaron y el acuerdo quedó suspendido. Este hecho evidenció la improvisación del gobierno en la gestión de los recursos naturales y la continuidad de una lógica política que prioriza negociaciones opacas y de corto plazo, en lugar de una visión soberana y sostenible de la riqueza petrolera.

El Campo Sacha, operado históricamente por Petroamazonas, ha sido utilizado como ficha de negociación política, ignorando su valor estratégico y su potencial como política energética soberana. Lo que Jaime Galarza denunció en los años 70 –la entrega de vastas áreas de la Amazonía a empresas extranjeras sin condiciones claras ni beneficios reales para el país– parece repetirse hoy, con los herederos de la vieja oligarquía.

En ese sentido, El festín del petróleo no solo es un documento histórico, sino un espejo incómodo del presente. La lucha por una verdadera soberanía energética sigue vigente, y la ciudadanía, ahora más informada, tiene el desafío de impedir que el atraco del petróleo continúe.