El contundente triunfo del NO en el referéndum del 16 de noviembre de 2025 marcó un punto de inflexión en la política ecuatoriana. No fue simplemente una derrota electoral para Daniel Noboa: fue un mensaje claro de una ciudadanía que se niega a aceptar la deriva autoritaria, neoliberal y militarista que el Gobierno pretendió consolidar bajo el pretexto de la crisis. Las preguntas de la consulta, especialmente la autorización de bases militares extranjeras y la convocatoria a una Asamblea Constituyente, fueron interpretadas por la población como intentos de reconfigurar el Estado al servicio de los grandes grupos económicos.
El país dijo NO a la entrega de soberanía, NO a la manipulación constitucional y NO a un proyecto que profundiza la desigualdad en nombre de la estabilidad. Basado en combatir la inseguridad nos militarizó el quehacer cotidiano. Ante ello, la ciudadanía con una intuición política admirable, vio con claridad que permitir la presencia militar extranjera no resolvería la violencia estructural, y que una Constituyente impulsada por la derecha podía convertirse en un vehículo para desmontar la actual Constitución y debilitar derechos colectivos y laborales conquistados con años de lucha.
La victoria del NO, fue posible gracias a la articulación de las fuerzas progresistas, de movimientos sociales, indígenas, campesinos, sindicales, ambientales y ciudadanos que lograron disputar sentido común, desmontar el discurso del miedo y evidenciar el trasfondo privatizador y oligárquico del proyecto gubernamental. Fue también un rechazo frontal a la criminalización de la protesta, al uso político de las fuerzas armadas y al autoritarismo que reduce la democracia a un trámite burocrático.
Esta victoria popular tampoco puede convertirse en triunfalismo. Si algo ha quedado claro es que las élites económicas, con respaldo internacional, no renunciarán fácilmente a su agenda de ajuste, concentración de poder y mercantilización de la vida. El desafío de los sectores progresistas es sostener la unidad popular, construir un proyecto económico centrado en el trabajo, la soberanía alimentaria y el fortalecimiento de servicios públicos, y evitar caer en los mismos vicios que se critican al gobierno.
El país exige rectificación: fin de la persecución, instituciones independientes, diálogo real y políticas económicas que partan de la gente y no del capital financiero. El NO, no fue solo un rechazo: fue una afirmación de dignidad. Ahora toca convertir esa dignidad en horizonte político.