viernes, 28 de noviembre de 2025

"La Importancia de Hablar Mierda"

En la obra “La importancia de hablar mierda: o Los hilos invisibles del tejido social”, el profesor Nicolás Buenaventura rescata el valor de la conversación cotidiana: ese “hablar bobadas” que educa y libera, el de esas palabras que muchos desprecian por considerarlas inútiles. Sin embargo, cuando se leen desde la perspectiva de la educación liberadora propuesta por Freire y Martí, estas conversaciones informales adquieren un sentido aún más profundo, se revelan como espacios de aprendizaje auténtico, de creación colectiva y de libertad expresiva.

 

Para Freire, la palabra es un acto de transformación del mundo; no existe diálogo verdadero sin escucha, sin reconocimiento del otro, sin construcción conjunta de sentido. En esa línea, Buenaventura muestra cómo las habladurías, los cuentos improvisados y los relatos exagerados no son ese simple “hablar bobadas o ruido social”, sino que son oportunidades para que las personas nombren su realidad, la interpreten y la reinventen como una práctica de diálogo horizontal lejos de la rigidez de los discursos oficiales.

Como defensor de una pedagogía basada en las vivencias, descubrí en las conversaciones informales un terreno fértil para el aprendizaje natural. En los chistes, los chismes, las historias repetidas y las exageraciones se activan imaginación, memoria y expresión. Lo que la escuela tradicional reprime como distracción, es en realidad, creación cotidiana. Buenaventura reivindica ese flujo vivo de la palabra donde la comunidad juega, se reconoce y se educa mutuamente, sin maestros autoritarios ni exámenes punitivos, haciendo del intercambio espontáneo una verdadera experiencia formativa.

Martí, por su parte, insistía en que la educación debía partir del alma del pueblo, de sus modos de hablar, de sus afectos y de su cultura habitual. En este sentido, las conversaciones aparentemente banales de las que habla Buenaventura, son depósitos de identidad donde se conserva y se renueva la sensibilidad popular. Hablar, aunque sea “hablar bobadas”, es también un acto de amor y de pertenencia; un modo de sostener la dignidad que nace del reconocimiento mutuo.

En un mundo dominado por la manipulación de la comunicación, Buenaventura nos recuerda que la palabra compartida es un espacio de libertad. Conversar sin propósito inmediato, escucharnos sin prisa y contarnos historias sin garantía de verdad es una manera de resistir la mecanización del vínculo humano. Así, “hablar bobadas” se convierte en un acto pedagógico y liberador, un tejido vivo donde se aprende a ser, a convivir y a imaginar juntos un mundo más humano.