Toda reforma
debe responder a acciones políticas de gobierno. En el tema educativo, el
“Proyecto de Ley Reformatoria a la Ley Orgánica de Educación Intercultural”
debería ser el resultado de un proceso de amplia participación ciudadana, por
tanto, responder a acciones a través de las cuales el Ministerio de Educación
oriente la política educativa para consensuar y lograr metas comunes como
equidad en el acceso, gratuidad efectiva, trabajo sobre la base de estándares
de calidad e información de resultados, entre otros, que conlleven al
mejoramiento de la calidad educativa y de vida.
Las últimas
dos décadas del siglo pasado y la primera de éste se caracterizaron por el
manejo caótico del sistema educativo, caos generado por una serie de decretos,
acuerdos y resoluciones en muchos casos contradictorias entre sí e impuestos
por organismos internacionales como el Banco Mundial, que desembocaron en el
ahondamiento de la crisis educativa.
En el caso
actual, al igual que en los anteriores, tanto desde la derecha oligárquica como
el gobierno de la revolución ciudadana insiste en responsabilizar
exclusivamente de la crisis a los docentes y a la UNE, desconociendo el
carácter de clase que encierra la crisis y
a la aplicación del neoliberalismo educativo que arrastramos por décadas,
y al que precisamente la UNE junto a las organizaciones populares se han
opuesto.
Surge entonces
la necesidad de cambio, se impulsan una serie de acciones que confluyen en las
“Consultas Nacionales Educación Siglo XXI” de 1992 y 1996, en las que se
proponen las bases para lograr un “Acuerdo Nacional”, acuerdo que no fue
impulsado por los gobiernos de turno. Esto obligó a una tercera Consulta
Nacional que culminó en el 2006 con la aprobación de un “Plan Nacional de
Educación”. Cabe también mencionar que en abril de 2007, de manera conjunta El
Ministerio de Educación, Facultades de Educación y gremios, incluida la UNE,
desarrollaron el II Congreso Nacional de la Educación, en el que se aprobó el
mandato: “Educar para la libertad, educar para la Patria Nueva”.
Esto fue el
antecedente, para que el actual gobierno, promueva, debata y finalmente la
Asamblea Nacional apruebe a inicios del 2011 la Ley Orgánica de Educación
Intercultural, abriendo la posibilidad de cambios significativos y nuevas
perspectivas en todo el sector educativo. Sin embargo, la visión conservadora y
elitista alrededor del gobierno presionó al Presidente Correa para que vete la
ley e incluya 37 artículos que menoscaban derechos como: suspensión del cargo
sin sueldo a quienes fallen en la evaluación; cambio de horas pedagógicas por
horas reloj; Juntas distritales de resolución de conflictos sin delegados de
los docentes; INEVAL con directivos nombrados a dedo; Sanciones a los
estudiantes que defienden su derecho a la educación.
La LOEI
contempla una serie de aspectos positivos, como el laicismo y gratuidad, el
carácter plurinacional e intercultural; los principios y fines responden a una
educación para la emancipación; se reconoce el derecho a la organización
estudiantil aunque el gobierno se empeñe en atacar a las organizaciones
populares; el reconocimiento al desarrollo humano y profesional del docente a
pesar del acoso laboral a los dirigentes gremiales; se establece un escalafón
docente pero a la vez se excluye del mismo a miles de maestros que laboran en
planteles privados, a quienes incluso se les paga menos del sueldo básico
vigente.
En fin, el “Proyecto
de Ley Reformatoria a la Ley Orgánica de Educación Intercultural”, lejos de
atacar las signos de la “noche neoliberal” y la visión empresarial que atraviesa
algunos de los artículos de la LOEI, deja fuera del debate temas de
trascendencia que mantienen la tensión entre los actores educativos y un
gobierno populista caracterizado por el autoritarismo y la persecución.