Que las agrupaciones políticas, llámense partidos o movimientos son la base
de la democracia, que estas son las que dan estabilidad y legitimidad a los
gobiernos democráticos, son simples expresiones. Desde el punto de vista
gremial, se diría que las agrupaciones políticas tienen como finalidad hacerse
del poder para servir a quienes dicen representar, quizá a la mayoría de
ciudadanos pero no a todos. De ahí la preocupación de si tales agrupaciones
podrán cumplir con eficiencia lo que ofrecen defender, aun cuando en su
interior no estén organizados y peor funcione con los principios democráticos
esgrimidos en sus programas.
En los últimos tiempos, se viene
hablando del descrédito de la “partidocracia” por la falta de democracia
interna y de renovación de cuadros con un mínimo de liderazgo, de la corrupción
e inoperancia a la hora de gobernar. Estás
y otras críticas que más allá de ser ciertas, sumadas a la poca formación
política, hacen que buena parte de los ecuatorianos se abstengan no solamente
de los procesos electorales sino de ser parte de los partidos y movimientos
políticos. Esto también explica la breve existencia de infinidad de
agrupaciones locales y nacionales que responden más a intereses personales que
de la comunidad.
No hace mucho, todos los partidos y
movimientos políticos, a propósito de cumplir con los requisitos del Código de
la Democracia, evidenciaron ser “verdaderas agencias recolectoras de firmas,
votos y figuras” para su legitimización y representatividad.
Los partidos y movimientos políticos
que han dejado de lado la educación, formación y promoción política de sus
bases, no pueden hablar de democracia, de libertad de pensamiento, de
pluralismo, peor aún invitar a la participación ciudadana si ellos mismos han
excluido éstas prácticas, priorizando la “compra o pago de favores”.
Los enunciados filosóficos y contenidos
programáticos -a pesar de expresarse- pasan a segundo plano o de hecho se
olvidan. Pues se accede al poder, las decisiones políticas que se toman son
contrarias a las ofertas de campaña porque son tomadas por los grupos de
interés que a la final son quienes controlan al candidato.
Lo cierto es que la existencia de
agrupaciones políticas no garantiza la democracia participativa ni la
gobernabilidad en función del interés popular. La tarea de mejorar la
participación política para cerrar el paso al populismo, al oportunismo y al
autoritarismo corresponde a todos.