
"Me
han dicho de todo y no tengo miedo a las calumnias, las amenazas, ni la muerte.
Si trabajar cristianamente por la paz, la justicia y los derechos humanos de
los más pobres es ser ’rojo’, ojalá que todos nos volviéramos siquiera
‘colorados’, contestó Monseñor Proaño.
En estos
días de Semana Santa, en los púlpitos, en las calles y en los medios de
comunicación, se escucha con fervor cristiano a los representantes religiosos y
políticos hacer llamados al recogimiento, a la reconciliación y a la penitencia
pública. Quizá lográsemos reflexionar, en que fortalecer la unidad y perder el
miedo es tan importante como la docilidad, la obediencia, el dolor y la
humildad que nos impone la iglesia y el sistema.
Mientras
los ciudadanos, católicos o no, vivamos afligidos con la cabeza agachada y los
ojos cerrados ante la realidad social, el gobierno de turno, nos seguirá
arrebatando derechos como el que se consumará en contra de la seguridad social.
Ya se anunció que “no pagará ni veinte centavos” de la deuda que el Estado
mantiene con el IESS. Por el contrario, al puro estilo neoliberal, se elevará del
9,74% al 12,67 % el aporte de los trabajadores y al mismo tiempo, ampliarían de
5 a 12 años la base de cálculo y así recudir el pago de las pensiones que
recibirán los futuros jubilados.
Simultánea
a la aplicación de las “recomendaciones” o recetarios del FMI, BM, UE o del BIC
de China, se refuerza una sistemática política de persecución selectiva a
líderes populares y políticos que se oponen al martirio neoliberal. Sin
embargo, la justicia no existe cuando los “revolucionarios” se involucran en
actos de corrupción.
El pueblo
se pregunta ¿por qué será que los predicadores de semana santa no denuncian las
calamidades anticristianas? Ojalá, no haya algún acuerdo, que disponga
contradecir la virtud de rebeldía con la que predicó Jesús, que castigue a
quienes creemos que la “Resurrección” sólo ocurrirá si decidimos abandonar la
actitud de penitentes eternos de Viernes Santo.