“La UNE simplemente tiene que ser disuelta... Si por mí fuera la UNE…, habría desaparecido el día en que yo me posesioné”, fueron las declaraciones del Ministro de Educación, frente a los atropellos a la organización magisterial, "... Nada embriaga tanto al hombre como sentirse invencible.
Inicialmente se pensaría que nos encontramos ante una dictadura, pero no es así, porque las dictaduras suelen reconocer que todo tiene su límite e incluso se cuidan de no extralimitarse. Hoy presuntamente nos encontramos ante una tiranía, porque estas responden al fanatismo, a la idolatría y su norma es el irrespeto a la Constitución, a las leyes, a las organizaciones y a los ciudadanos, ni siquiera respetan la vida.
La Constitución dice que “se garantizará el derecho y la libertad de organización de las personas trabajadoras, sin autorización previa. Este derecho comprende el de formar sindicatos, gremios, asociaciones y otras formas de organización, afiliarse a las de su elección y desafiliarse libremente”. Sin embargo en este “reino revolucionario”, no se trata igual a todos, a quienes no piensan del color oficial, se les niegan los derechos más elementales.
La intención de destruir a las organizaciones sociales y populares, al parecer fue objetivo estratégico de la revolución ciudadana, de otra manera no se explican los permanentes atropellos a los derechos laborales y de sindicalización, el despido de miles de trabajadores públicos y privados, incrementando así la pobreza y otros males, las fracasadas reformas al sistema educativo han dejado a miles de jóvenes fuera de la universidad.
A no dudarlo el allanamiento a las instalaciones de la UNE es la demostración del odio visceral a la oposición política, pretexto burdo, es que se la disuelva “porque no ha inscrito su directiva”. Esta acción ha permitido al pueblo ecuatoriano y a la opinión pública local e internacional comprobar que a la incapacidad y corrupción se han añadido ingredientes peligrosos como, la prepotencia, el abuso, la persecución, el allanamiento y la idea absurda que como gobernante es él y su camarilla quienes están y estarán por encima de la Constitución, creyéndose con patente de corso para subyugar los derechos, la libertad y la dignidad de los ciudadanos.
Finalmente, el Apóstol cubano nos recuerda que "viene bien que él que ejerza el poder sepa que lo tiene por merced y por encargo de su pueblo, como una honra que se le tributa y no como un derecho del que goza".