Los politólogos opinan que el ciclo de los llamados gobiernos progresistas en la región llega a su fin, debido a que la crisis económica los ha obligado a adoptar medidas neoliberales. Es decir que el progresismo disfrazado de izquierda hoy se desnuda y se muestra en el escenario político y social conforme al ropaje ideológico de sus actores.
En el caso ecuatoriano, la crisis viene de mucho antes de la caída del precio del petróleo, crisis que se evidencia en la adopción de un modelo tecno-burocrático capitalista fortalecido hasta hace unos dos años por los altos ingresos fiscales y del petróleo, lo cual permitió al gobierno fomentar el paternalismo y clientelismo social, a la par que alentaba el caudillismo del primer mandatario.
Para opacar la crisis se recurre a argumentos ambiguos como que esta es mundial. Otras iniciativas como las leyes de herencia y plusvalía, el dinero electrónico, la venta de gasolineras estatales, las reformas a la jubilación patronal, las salvaguardas, etc., no le han dado resultado. Por el contrario, la ciudadanía evidencia como día a día se eleva el costo de la vida, crece el desempleo y la inestabilidad laboral, líderes populares y organizaciones gremiales demandan de seguridad jurídica y despenalización de la protesta social y una serie de etcéteras que se agravan con la prepotencia y el autoritarismo.
Aunque no parezca, la revolución ciudadana ha hecho el camino fácil a la banca y a los grandes grupos empresariales para que puedan obtener mayores ganancias que posibiliten la pronta recuperación de sus capitales afectados por la crisis y la recesión económica; haciendo como siempre que el costo de la crisis la paguen los sectores populares.
Lo cierto es que, más allá del optimismo oficial al manejar sus propias estadísticas, para la oposición, pero especialmente para las clases populares y medias de la población, el gobierno está en permanente deterioro y poco a poco va acrecentado el descontento popular que se expresa en tertulias que se improvisan en los medios de transporte, en los centros comerciales y otros espacios donde en resumen se exige del gobierno el pleno respeto a los derechos y garantías constitucionales.
En tales circunstancias es obligatoria y urgente la unidad social y política, para dejar atrás la idea de perpetuación del correísmo, ya sea con el humanitario Moreno o con el tecnócrata Glass, e incluso con el mismo Correa.