viernes, 9 de septiembre de 2016

“SE ABRIRÁN LAS GRANDES ALAMEDAS POR DONDE PASE EL HOMBRE LIBRE…” Salvador Allende

Se cumplen 43 años del asesinato de Salvador Allende, el primer Presidente socialista chileno, el hombre nacido de las entrañas populares, el auténticamente revolucionario al que los ciudadanos más pobres de Chile confiaron sus sueños de una vida digna, aquella que les había sido postergada por cientos de años.
El latido revolucionario de Salvador Allende sigue resonando no solamente en Chile sino también en nuestro alrededor, su honor, su lealtad y su fidelidad al pueblo lo hacen inmortal ante los sectores marginados, explotados, ante los hombres y mujeres sin futuro, mientras que a la derecha de ayer y de hoy les sigue generando ese rencor y odio enfermizo porque para ellos toda obligación social tiene un precio.
La criminal injerencia de la CÍA norteamericana que culminó con el asesinato del hombre noble que trascendió a la historia por su compromiso con los más desposeídos. Allende sigue siendo una vergüenza para la cobardía de militares traidores y rastreros que con el apoyo de políticos que hoy lucen vestimentas democráticas se sometieron a la tiranía imperial, al dinero de la oligarquía y al resentimiento social con las clases populares.
La memoria histórica y social de los pueblos tiene que recordarnos que el verdadero pueblo jamás abandonó a Salvador Allende como jamás abandona a los héroes que luchan por ellos. En cambio sí lo hacen los que ven afectados sus intereses de grupo. El ejemplo de Salvador Allende se transformó en la piedra en el zapato para quienes lo traicionaron e intentaron olvidarlo, para quienes es recuerdo incómodo, una luz que les molesta. Hay que decir también que para algunos es solo una estatua. Pero no para el pueblo. Para los sectores populares y progresistas es un hombre que estimula a la construcción de la patria nueva.
Los pueblos obviamente tienen modos distintos de escribir su historia, esa historia que la forjan los hombres y mujeres que luchan por la vida, por la dignidad y por la libertad, no puede quedar indiferente a nadie, porque un pueblo sin historia es un pueblo sin memoria e igualmente un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia.
Para no olvidarnos del pasado, hay seguir mirando hacia el futuro con un compromiso con el pueblo y con la patria como un homenaje a quienes nos han legado su lucha y pagaron con su vida la lealtad al pueblo.