Al acercarnos a un nuevo proceso electoral los ecuatorianos de allá y los de pie tienen una doble y distinta lectura de la pobreza. Para quienes creen en la década ganada, la pobreza casi no existe, es apenas observada en las estadísticas; mientras que para los que la padecen es una lacra vivencial del día a día, que pospone sus sueños y el de sus hijos sin que nadie atine a atacar la naturaleza estructural del problema.
Al menos a mí, no me ha sorprendido escuchar al director de una de las tiendas políticas cuyo candidato ya se cree ganador, manifestar que harán “una gestión sin políticos”. Acaso cree que los ecuatorianos somos torpes, si la gestión del país por su propia naturaleza es política. Más grave aún, expresa que “desempeñaran la tarea de gobernar con profundo amor a la patria”, que está convencido que “la pobreza, es la causa de los problemas de gobernabilidad en el país”. Es decir, para él, o para ellos, los pobres no aman a la patria, es más, se les acusa por ser pobres… ridiculezas de los apolíticos, del oportunismo politiquero.
Cuando parecía que el discurso político de los neo revolucionarios iba a politizar a los ciudadanos, resultó precisamente lo contrario, se combatió a las organizaciones políticas de raigambre popular, confundiéndolas indiscriminadamente con la partidocracia oligárquica y a la par desprestigiando al sindicalismo que no se somete al pensamiento oficial. Su estrategia, la del gobierno verde agüita, ha sido la construcción de un país apolítico con una burocracia fanática e incapaz de interpretar y atender las necesidades e intereses nacionales.
La pasión política se quedó anclada al siglo pasado. Hoy incluso vía decretos al estilo imperial se impide la participación política de los ciudadanos. Con el Decreto 016 y sus reformas, más allá de disponer la criminalización y persecución al sindicalismo libre, se institucionaliza la despolitización de la clase trabajadora. Ante esta barbarie, corresponde a los movimientos y organizaciones sociales emprender una tarea inmediata de repolitización de la sociedad.
Es urgente también, en esta dura coyuntura política por la que atraviesa el Ecuador, que los colectivos políticos y sociales junto a su dirigencia se desentrampen de sus propios errores y conjuguen ideas que puedan plasmar un nuevo liderazgo que reconstruya la patria y no solo para captar el poder, “porque esta vez no se trata de cambiar un presidente, será el pueblo quien construya un país bien diferente”.