Aunque desde el gobierno no se quiera reconocer que los problemas económicos que vivimos se agravan día a día, deteriorando cada vez más la calidad de vida de los ecuatorianos, y se insista en negar una crisis evidente cuya consecuencia principal, es que se posterga el control y la solución de la misma, particularmente el incremento de los productos de la canasta básica y de las materias primas de la pequeña y mediana industria.
Recordemos que esta crisis es de carácter mundial, según especialistas en el tema, afectó a los países desarrollados desde el 2008 como consecuencia de “una inflación planetaria derivada de la crisis energética, crediticia, hipotecaria y de confianza orquestada por el banco mundial y el fondo monetario internacional”.
El Presidente Correa y su equipo de finanzas, consideran que la “denominada desaceleración” se debe a la alta dependencia de nuestra economía y del comercio exterior a los EE.UU, desaceleración que se suma a la disminución de ingresos por la baja del precio del petróleo. Independiente de que tal argumento pueda o no ser cierto, y pese a que se acaba de aprobar un paquete de reformas laborales y se pretende aprobar con el carácter de urgente, otro paquete de reformas económicas, que en la práctica representan nuevos impuestos que como siempre afectarán a los sectores populares, por otro lado provocando una mayor recesión en el sector empresarial al que se intenta gravar.
Al inicio del año 2015 las expectativas oficiales anunciaban un crecimiento mínimo pero al fin crecimiento, sin embargo, todos sabemos que eso no sucedió y por el contrario, el mismo gobierno empezó una anunciada disminución del tamaño del estado mientras que la empresa privada experimenta más despidos de sus trabajadores.
Lo cierto es que la crisis económica que vivimos, trae como consecuencias por ejemplo, que recibamos perores servicios de salud y educación, servicios que se empeoran más por la evidente brecha entre ricos y pobres, así como por el desempleo y la pobreza.
En fin la tozuda negación de la crisis económica, demuestra ante todo, la impotencia e inoperancia política y económica del gobierno para buscar soluciones, dando oportunidad a los especuladores burgueses a que cada vez se enriquezcan más, golpeando la credibilidad del gobierno de la revolución ciudadana, y a la par, aumentando el sufrimiento de los sectores populares que ven postergadas sus esperanzas de mejorar sus condiciones de vida.