lunes, 4 de enero de 2016

El compromiso del periodismo es con la dignidad popular

Para el Gobierno, la Ley de Comunicación es un instrumento que garantiza “más transparencia y más información”; mientras que para otro sector de ecuatorianos que opinan distinto, constituye un retroceso en el ejercicio del derecho a la libre expresión y el debate público.
Es importante el papel que desempeña el periodismo, en particular el periodismo de investigación, en el derecho a la información, en el combate contra el burocratismo, el oportunismo, el nepotismo y la corrupción, males que en los últimos tiempos han incrementado las ambiciones personales y la defensa egoísta de intereses y posiciones adquiridas que se alejan de los postulados éticos de la “revolución ciudadana”.
Parece que el ocupar puestos burocráticos, dificulta la objetividad y la tolerancia. Es inmediata la demostración de prepotencia a todo nivel, cuando se denuncian actos y acciones incorrectas. Les es imposible entender, que el objetivo es acabar con la corrupción y no con las personas, desde luego anteponiendo siempre el interés de la sociedad en su conjunto.
Inicialmente, los sectores populares y organizaciones de base, creyeron que la redistribución de frecuencias iba a democratizar la comunicación y la información. Sin embargo al definir a la comunicación como servicio público y someterla a un sistema exagerado de censura previa, en la práctica se terminó impidiendo la labor periodística e investigativa sobre asuntos de interés público, llegando al extremo de cerrar medios de comunicación y perseguir periodistas.
Para el caso de los líderes gremiales y actores populares de base, la intransigencia se agrava más con la vigencia del Reglamento para el Funcionamiento del Sistema Unificado de Información de las Organizaciones Sociales y Ciudadanas, el cual restringe -por no decir viola-, los derechos y libertades consagrados en la Constitución, pues contiene una serie de normas restrictivas que se aplican para perseguir y sancionar a quienes piensan diferente.

Quizá resulte paradójico, pero cuando el periodista Julian Assange llegaba a la Embajada del Ecuador en Londres, el Presidente Correa declaraba que se le concedía asilo, por considerarlo “un perseguido político, como consecuencia del ejercicio de su derecho a informar al público sobre hechos relevantes, relacionados con graves violaciones de los derechos humanos…” Más resulta, que es él, personalmente, durante las sabatinas, quien dispone la forma de actuar contra líderes populares e indígenas, periodistas y ciudadanos comunes, por el simple hecho, de no uniformar su pensamiento al oficialismo.