viernes, 30 de diciembre de 2016

Paraíso terrenal o paraísos fiscales


A pocas horas de finalizar el año, con seguridad nos viene a la memoria eventos de toda índole, que no preciso detallar, ya lo harán los medios de comunicación, en cuyos registros conservan información irrefutable de todo lo ocurrido durante el año.
Sin embargo, cabe destacar el destape de la corrupción en las cercanías de Carondelet y la intromisión del primer mandatario en la campaña política. La consulta sobre el paraíso terrenal o paraísos fiscales que casi es idéntico, no es más que la abusiva intromisión en el proceso de elecciones del próximo 19 de febrero, en las que es el pueblo, el que debe decidir, si continúa con el modelo neo populista o da al traste a los diez años de autocracia y prepotencia.
Mi condición de educador y la indeclinable preocupación por la patria, me presiona a reflexionar en torno al comportamiento y más concretamente a la misión social que concierne al magisterio y a las instituciones educativas. Pues duele el silencio ante los actos de corrupción y entristece la indiferencia hacia las instituciones nobles fundadas en los principios de solidaridad, de respeto recíproco y de mutua comprensión que defienden el interés social.
La formación integral de la personalidad se inicia y culmina en la escuela. Lo básico y fundamental tendrá que existir previamente como existe el germen de la planta para que se produzca el fruto, todo lo que venga después de la enseñanza inicial será complementario.
Podrá decirse que la tarea de la escuela es ofrecer las bases para la instrucción técnico-profesional, de acuerdo. Pero su auténtica razón de ser es otra: la formación inicial del niño y la niña que están destinados a convertirse en células activas del cambio social. En este sentido, la escuela debe producir más que talentos, personas íntegras. Y las personas íntegras no se forman con el dos más dos sino con ejemplos edificantes en todos los aspectos de la vida, porque la personalidad está definida por la conducta de bien, la solidaridad, el compromiso y el juicio crítico y responsable.
Los docentes tenemos que hacer nuestras las frases del filósofo chino Lao Tzu, quien afirma que "conocer a otros es inteligencia, conocerse a sí mismos es sabiduría”. Nos corresponde asumir el papel trascendente que nos señalan las circunstancias para educar para la emancipación y orientar a la niñez y adolescencia el anhelo de vivir con dignidad y libertad en una sociedad soberana.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Una escuela para que los chicos disfruten la vida


Con preocupación y una especie de ira reprimida el inspector escolar pedía a los estudiantes ayuden a mantener el orden, la limpieza y la seguridad del plantel. Cuándo podremos desde la escuela potenciar la participación de los estudiantes en estas tareas como un aspecto fundamental de su educación.
En una escuela descontextualizada en la que se habla retóricamente de valores, no se puede promover la adquisición de hábitos saludables, tampoco podrán los chicos ni de manera individual y menos comunitaria, responsabilizarse de los espacios que cohabitan.
Por suerte o por compromiso hay niños, niñas y jóvenes que exigen una escuela más auténtica, que sea menos teórica, previsible, aburrida y desconectada de la realidad. Mientras los padres de familia creen que la escuela durante la jornada escolar los forma para la vida, para muchos de los estudiantes, recién la vida empieza a la salida de clases y termina por la mañana, cuando ingresan al plantel donde ellos piensan que se les obliga a dejar fuera sus gustos, motivaciones e intereses, sus conocimientos y habilidades no académicas, sus ilusiones y sus sueños...
La idea de convertir la escuela en un espacio de preparación para la vida, como decía John Dewey, parece aún una imagen incierta e imprevisible, porque con un currículo basado en destrezas con criterios de desempeño y en el afán de acercarla a la realidad, parece que la estamos alejando de lo cotidiano, de los problemas del entorno escolar y comunitario. No son pocos los estudiantes que ven a la escuela como una especie de cárcel del siglo XIX en la que se cierran las puertas con llave, se tocan sirenas, se les hace controles excesivos y seguimientos que nada tienen que ver con su entorno natural y social de aprendizaje.
Hoy es preciso una escuela emancipadora que vincule el desarrollo de las capacidades con los espacios y procesos a los que están destinadas, que conjugue el aprendizaje con los problemas que los chicos enfrentan ahora y no mañana, para que no tengan la impresión de vivir su vida sino de que realmente la vivan.
Queda entonces a los docentes brindar más oportunidades a los estudiantes para acceder a espacios naturales y cotidianos, promover la capacidad de organizarse y decidir sobre los asuntos que les afectan, como son la limpieza, el orden y la seguridad. Es decir hay que contextualizar los aprendizajes, volverlos más prácticos, cotidianos y auténticos.

sábado, 17 de diciembre de 2016

La educación que tenemos no es la que se nos prometió, menos aun la que necesitamos para construir la patria nueva


Pareciera que la corrupción económica y moral que involucra a altos funcionarios del gobierno desplaza el necesario y sesudo análisis de la problemática educativa, que siendo parte de la crisis nacional, tiene su propia particularidad.
La educación que tenemos no es la que se nos prometió, menos aun la que necesitamos para construir la patria nueva. Pese a que la Constitución establece que la educación “es un derecho de las personas a lo largo de la vida” y “un deber ineludible del Estado”, esto no es así, porque precisamente durante la década ganada, se han cerrado cientos de escuelas con el engaño de los planteles del milenio que no son tales. Con el cuento de la calidad y la meritocracia se desprecia la carrera docente y se desconoce la organización sindical.
Se ha dicho más de una vez que la única vía garantizar e impulsar el desarrollo integral de las personas y de los pueblos es contar con un sistema educativo de buena calidad. Sin embargo la educación pública en todos sus niveles y modalidades no tiene una cultura nacional que conlleve a lograr la emancipación, la libertad, la justicia, la equidad y el anhelado buen vivir.
Para que esta premisa sea una realidad es imprescindible ahora y no mañana, que los candidatos presidenciales asuman el compromiso de que la educación es un asunto de todos, y por tanto buscar los consensos para mejorar la calidad y atender prioritariamente los problemas de falta de equidad y hacer posible que todos los ecuatorianos aprendan para la vida y a lo largo de toda la vida. Sólo así se crearán las oportunidades para que cada quien realice sus aspiraciones y logre una vida digna, productiva y solidaria.
Para avanzar en este sentido, requerimos contar con un sistema de educación emancipador en su sentido lato. Un sistema coordinado con la sociedad en su conjunto, sólo así habrá la oportunidad para el desarrollo del país, para la transformación política que demanda la afirmación de una identidad nacional, así como el fortalecimiento de la democracia, la solidaridad y la equidad.
Para lograr esa educación emancipadora, necesitamos de la corresponsabilidad de los candidatos presidenciales y de los docentes, ese compromiso, permitirá elevar la calidad de la educación, mejorar la oferta educativa, y paralelamente recuperar la trayectoria combativa y democrática de la Unión Nacional de Educadores.

viernes, 9 de diciembre de 2016

La historia continúa… y la lucha también

“Un día saldremos todos a caminar por este mundo nuevo, y nadie podrá detenernos.” 

La muerte de Fidel Castro, aquel 25 de noviembre de 2016, no fue solo la partida física de un líder. Fue un momento de ruptura simbólica en la historia de América Latina y del mundo. Para las élites de derecha, significó el fin de una era incómoda. Para los pueblos, en cambio, fue la despedida de un referente ético y político, un faro que iluminó con firmeza el camino de la dignidad. Fidel no se fue: se multiplicó en cada lucha, en cada escuela, en cada trinchera de quienes no se rinden ante el poder.

La derecha celebró, pero se equivocó: Las celebraciones de la derecha internacional —desde Miami hasta los salones del poder en Washington y Bruselas— evidenciaron cómo Fidel encarnaba un desafío intolerable para el capitalismo. No era solo el líder de una pequeña isla que se atrevió a desafiar al imperio más poderoso del mundo: era la prueba viva de que otro modelo era posible. Mientras el neoliberalismo se imponía con sangre y fuego, Cuba, bloqueada y asediada, seguía educando, curando, resistiendo.

Un símbolo que no pudieron borrar: Durante más de medio siglo, Fidel fue un dolor de cabeza para quienes quisieron convencer al mundo de que no hay alternativa al mercado. Lo demonizaron sin descanso: lo llamaron dictador, silenciaron los atentados y el sabotaje que sufrió su gobierno, y negaron la épica de un pueblo que, pese a todo, eligió no rendirse. Esperaban que su muerte abriera la puerta a una transición al capitalismo, que con ella se cerrara definitivamente el capítulo de la Revolución Cubana. Pero se equivocaron.

El pueblo no lloró, se levantó: En los barrios pobres de América Latina, en las comunidades indígenas, en las organizaciones populares, su muerte no fue celebrada. Fue sentida. No se lloraba a un jefe de Estado, sino a un compañero de lucha. En La Habana, en Caracas, en Quito, en La Paz, el dolor se mezcló con convicción: Fidel había sembrado conciencia, y eso no muere. “Yo soy Fidel”, gritaban miles de jóvenes. No era un eslogan: era una promesa.

Coherencia, dignidad y entrega: Fidel no fue un político convencional. Fue un revolucionario de los pies a la cabeza, que entregó su vida a un sueño colectivo. Encabezó una Revolución que nacionalizó la riqueza, llevó la salud y la educación a todos los rincones, y demostró que un pueblo organizado puede resistir al imperio. No acumuló fortunas, no buscó privilegios, no se arrodilló ante nadie. Fue un líder que caminó junto a su pueblo, no por encima de él. Y eso lo convirtió en un símbolo de coherencia, valentía y humanidad.

Un legado que cura y educa: Su legado no está solo en la historia de Cuba. Está en cada brigada médica que llegó a lugares donde nunca hubo un doctor, en cada joven latinoamericano que estudió gratuitamente en sus universidades, en cada rincón del mundo donde Cuba tendió la mano solidaria sin pedir nada a cambio. Mientras otros bombardearon pueblos enteros, Fidel envió médicos, alfabetizadores, esperanza.

La Revolución como proceso vivo: Por eso su muerte no marcó un final, sino un llamado. Nos recordó que las revoluciones no son monumentos del pasado, sino procesos vivos, que requieren compromiso, crítica, creatividad. El propio Fidel lo entendía así: la Revolución debía adaptarse, avanzar, rectificar, sin renunciar jamás a sus principios. Hoy, cuando el capitalismo muta y refuerza sus mecanismos de dominación —ahora también digitales, culturales, mediáticos—, su ejemplo es más necesario que nunca.

Homenaje en acción, no en bronce: Desde una mirada revolucionaria, rendirle homenaje a Fidel no es repetir sus discursos, sino continuar su praxis: estudiar, organizarse, luchar, resistir. Construir poder popular desde abajo, con ética, con ternura, con radicalidad. Fidel no es una estatua de bronce: es una llama que sigue viva en cada causa justa, en cada pueblo que se levanta, en cada consigna que exige justicia y soberanía.

Una siembra para los pueblos: Para las élites, su muerte fue una supuesta victoria simbólica. Para los pueblos, fue una siembra. Su legado germina en cada colectivo que resiste, en cada aula que enseña pensamiento crítico, en cada campesino que defiende la tierra, en cada trabajador que se organiza. Vive en la memoria de quienes no se resignan.

Fidel Castro fue más que un dirigente: fue una síntesis entre el marxismo, el humanismo radical, el internacionalismo y el antimperialismo. Su vida es testimonio de que la historia no ha terminado, y de que la lucha sigue. Como él mismo escribió: “Un día saldremos todos a caminar por este mundo nuevo, y nadie podrá detenernos.” Esa marcha no ha cesado. Fidel ha muerto, pero el pueblo no. Y mientras exista opresión, habrá revolución.

Luchadores sociales que defiendan los intereses de todo el pueblo


La campaña electoral hacia Carondelet está mostrando el cansancio del sistema capitalista. 
Por un lado el supuesto modelo exitoso correísta evidencia la incapacidad para detener la ascendente corrupción del grupo de manos limpias, limitándose a decir que la combaten, pero más a vender la figura del mashi para encantar a sus fanáticos.
Para la derecha la idea es, aprovechar la ley del vaivén electoral y de la decepción que la gente tiene contra la revolución correísta. La gente no quiere a la derecha, pero todavía el descontento contra la revolución ciudadana es más fuerte, que los obliga a creer en la teoría del mal menor.
Mientras que los sectores progresistas y de izquierda apuestan por una alternativa de cambio dentro del propio sistema, que empiece por la reorganización de los sectores populares y de los trabajadores en una especie de lucha generacional en la dirigencia, pero a la par que trate los temas nacionales, plantee también la solución de los problemas de clase.
El problema durante la “década ganada”, es que un grupo de mentes lucidas y pseudo revolucionarias, han cogobernado con la derecha y empresarios ligados a las transnacionales, manteniendo el sistema económico neoliberal instaurado por Febres Cordero y la banca usurera.
Los movimientos y partidos políticos ligados a la burguesía, una vez más, con otros membretes pero con las mismas palabras, dicen que el problema no es ideológico, que no es de izquierda o de derecha, sino de falta de fuentes de trabajo e irrespeto a los derechos fundamentales de las personas y de la naturaleza.
Sin embargo, precisamente el problema de la pobreza y violación de derechos, tiene que ver con la ideología, con el sistema económico que se defiende y a que clase se representa, ¿a los empresarios o a los trabajadores? ¿a dónde apuntan sus propuestas?. Si a defender a los sectores populares o a cuidar de los intereses de los empresarios, apuntando a la privatización de secciones claves de la economía nacional, a pesar de que se ha demostrado que las recetas neoliberales son las que han conducido al gobierno y al pueblo a una bancarrota propia de tiempos de guerra.
Lo cierto es que los trabajadores y los sectores populares necesitamos cambios de fondo, no de forma. Necesitamos un gobierno encabezado por trabajadores y luchadores sociales probados que defiendan los intereses de todo el pueblo.

sábado, 3 de diciembre de 2016

La libertad de expresión en la campaña electoral

La democracia burguesa nos ha impuesto la creencia de que las elecciones constituyen el aspecto más importante de la participación política y la vida democrática. Que la mejor forma que tienen los ciudadanos para expresar su opinión y para elegir a sus gobernantes, es el voto.
Sin embargo, es durante la campaña electoral y el día de las votaciones, cuando a las organizaciones sociales y populares se restringe la libertad de expresión y de información, que son precisamente los derechos básicos para garantizar la existencia misma de una sociedad democrática. Ese control que se ejerce desde el poder político y económico, impide la participación de la mayor cantidad de ciudadanos en la elección de sus gobernantes.
Es obligación de las organizaciones populares y de trabajadores, organizar debates públicos y facilitar la información necesaria para que sus integrantes y la población de los sectores marginados tengan la mayor cantidad de información posible sobre el panorama político, los candidatos y sus propuestas, y a partir de su análisis crítico puedan tomar decisiones de forma libre y razonada.
El análisis de las ofertas de campaña presidencial de los candidatos Moncayo, Laso, Moreno y otros, debe ser una herramienta básica para la formación de la opinión pública ciudadana, para la participación activa en el control social que exija la mayor transparencia y la fiscalización de la gestión de las futuras autoridades.
Es preciso que desde organizaciones como la Unión Nacional de Educadores y de los sindicatos, los docentes y los trabajadores puedan cuestionar e indagar sobre la capacidad y honestidad de los candidatos a asambleístas, así como discrepar y confrontar sus propuestas e ideas; solo así, se garantiza el ejercicio de los derechos políticos y la libertad de pensamiento y de expresión, y a la par se podrá votar responsablemente por quienes vayan a legislar a favor de nuestros derechos.
Los sectores populares no pueden perder de vista el papel que juegan las empresas encuestadoras. Aún está fresca en la memoria ciudadana, los resultados de las elecciones que postergaron la firma del acuerdo de paz en Colombia y la elección de Trump en Estados Unidos, donde los sondeos pronosticaban lo contrario.
Finalmente, hay que impedir que los políticos que contratan la realización de encuestas y se obsesionan por publicarlas cuando estas les favorecen, las usen como estrategia de controlar la opinión pública e influir indebidamente en los electores
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sábado, 26 de noviembre de 2016

La lucha diaria debe elevarse al plano político



Se ha dado inicio oficialmente al proceso electoral en medio de un escenario político y económico deteriorado por una cadena de corruptelas que ha persistido a lo largo de la historia, por tanto, no es propiedad de este gobierno sino de todos los que se han turnado en Carondelet.
La campaña electoral no estará exenta de tensiones, porque los grupos de poder ya han delegado sus binomios para que desfilen afanados y probándose el traje presidencial, mostrando además todo tipo de argucias para hacerse del poder y rifarse la patria. 
Quizá pronto los sectores populares entiendan que hay que prepararse para enfrentar la prepotencia, la represión, la corrupción y la falta de trabajo. Para ello, el camino es la unidad y el análisis de la realidad sobre la base de la experiencia acumulada evitando enfrascarse en debates de bajo vuelo y no en los problemas reales que deterioran la calidad de vida de la mayoría de ecuatorianos. 
Aunque desde el oficialismo se diga lo contrario, los sectores populares han obtenido importantes avances en su afán de forjar la unidad y reconstruir la conciencia de clase de los trabajadores y más sectores sociales, priorizando la recuperación de los métodos tradicionales de lucha popular, para orientarse hacia las transformaciones de fondo y el cambio de la estructura política vigente. 
La conciencia política no puede seguir estando hipotecada a la burguesía ni al oficialismo de turno, es hora de aprovechar la instancia electoral para llevar adelante una participación electoral que, apoye y se comprometa incondicionalmente al servicio de las luchas que vayan a darse, para convertirse en los protagonistas que rechacen la actual farandulería política causante de la corrupción.
Los sectores populares deben fijar como su preocupación central, la idea de que son los actores de esa transformación social que vaya más allá de nombrar a un presidente como los Luigui, Dabu, Lemo, Cyvi o cualquier otro, y que se ubique desde el punto de vista de que, son los trabajadores los que deben gobernar y que para hacerlo deberá asumir que ninguna solución podrá venir desde afuera de sus luchas, esperando que alguien le traiga la solución a sus problemas. No se puede olvidar que históricamente eso se esperaba y que ahora la solución solo vendrá de su activa participación en la lucha diaria, elevándolas al plano político y fortaleciendo sus organizaciones de base.