sábado, 26 de noviembre de 2016

La lucha diaria debe elevarse al plano político



Se ha dado inicio oficialmente al proceso electoral en medio de un escenario político y económico deteriorado por una cadena de corruptelas que ha persistido a lo largo de la historia, por tanto, no es propiedad de este gobierno sino de todos los que se han turnado en Carondelet.
La campaña electoral no estará exenta de tensiones, porque los grupos de poder ya han delegado sus binomios para que desfilen afanados y probándose el traje presidencial, mostrando además todo tipo de argucias para hacerse del poder y rifarse la patria. 
Quizá pronto los sectores populares entiendan que hay que prepararse para enfrentar la prepotencia, la represión, la corrupción y la falta de trabajo. Para ello, el camino es la unidad y el análisis de la realidad sobre la base de la experiencia acumulada evitando enfrascarse en debates de bajo vuelo y no en los problemas reales que deterioran la calidad de vida de la mayoría de ecuatorianos. 
Aunque desde el oficialismo se diga lo contrario, los sectores populares han obtenido importantes avances en su afán de forjar la unidad y reconstruir la conciencia de clase de los trabajadores y más sectores sociales, priorizando la recuperación de los métodos tradicionales de lucha popular, para orientarse hacia las transformaciones de fondo y el cambio de la estructura política vigente. 
La conciencia política no puede seguir estando hipotecada a la burguesía ni al oficialismo de turno, es hora de aprovechar la instancia electoral para llevar adelante una participación electoral que, apoye y se comprometa incondicionalmente al servicio de las luchas que vayan a darse, para convertirse en los protagonistas que rechacen la actual farandulería política causante de la corrupción.
Los sectores populares deben fijar como su preocupación central, la idea de que son los actores de esa transformación social que vaya más allá de nombrar a un presidente como los Luigui, Dabu, Lemo, Cyvi o cualquier otro, y que se ubique desde el punto de vista de que, son los trabajadores los que deben gobernar y que para hacerlo deberá asumir que ninguna solución podrá venir desde afuera de sus luchas, esperando que alguien le traiga la solución a sus problemas. No se puede olvidar que históricamente eso se esperaba y que ahora la solución solo vendrá de su activa participación en la lucha diaria, elevándolas al plano político y fortaleciendo sus organizaciones de base.