A pocas horas de finalizar el año, con seguridad nos viene a la memoria eventos de toda índole, que no preciso detallar, ya lo harán los medios de comunicación, en cuyos registros conservan información irrefutable de todo lo ocurrido durante el año.
Sin embargo, cabe destacar el destape de la corrupción en las cercanías de Carondelet y la intromisión del primer mandatario en la campaña política. La consulta sobre el paraíso terrenal o paraísos fiscales que casi es idéntico, no es más que la abusiva intromisión en el proceso de elecciones del próximo 19 de febrero, en las que es el pueblo, el que debe decidir, si continúa con el modelo neo populista o da al traste a los diez años de autocracia y prepotencia.
Mi condición de educador y la indeclinable preocupación por la patria, me presiona a reflexionar en torno al comportamiento y más concretamente a la misión social que concierne al magisterio y a las instituciones educativas. Pues duele el silencio ante los actos de corrupción y entristece la indiferencia hacia las instituciones nobles fundadas en los principios de solidaridad, de respeto recíproco y de mutua comprensión que defienden el interés social.
La formación integral de la personalidad se inicia y culmina en la escuela. Lo básico y fundamental tendrá que existir previamente como existe el germen de la planta para que se produzca el fruto, todo lo que venga después de la enseñanza inicial será complementario.
Podrá decirse que la tarea de la escuela es ofrecer las bases para la instrucción técnico-profesional, de acuerdo. Pero su auténtica razón de ser es otra: la formación inicial del niño y la niña que están destinados a convertirse en células activas del cambio social. En este sentido, la escuela debe producir más que talentos, personas íntegras. Y las personas íntegras no se forman con el dos más dos sino con ejemplos edificantes en todos los aspectos de la vida, porque la personalidad está definida por la conducta de bien, la solidaridad, el compromiso y el juicio crítico y responsable.
Los docentes tenemos que hacer nuestras las frases del filósofo chino Lao Tzu, quien afirma que "conocer a otros es inteligencia, conocerse a sí mismos es sabiduría”. Nos corresponde asumir el papel trascendente que nos señalan las circunstancias para educar para la emancipación y orientar a la niñez y adolescencia el anhelo de vivir con dignidad y libertad en una sociedad soberana.
Sin embargo, cabe destacar el destape de la corrupción en las cercanías de Carondelet y la intromisión del primer mandatario en la campaña política. La consulta sobre el paraíso terrenal o paraísos fiscales que casi es idéntico, no es más que la abusiva intromisión en el proceso de elecciones del próximo 19 de febrero, en las que es el pueblo, el que debe decidir, si continúa con el modelo neo populista o da al traste a los diez años de autocracia y prepotencia.
Mi condición de educador y la indeclinable preocupación por la patria, me presiona a reflexionar en torno al comportamiento y más concretamente a la misión social que concierne al magisterio y a las instituciones educativas. Pues duele el silencio ante los actos de corrupción y entristece la indiferencia hacia las instituciones nobles fundadas en los principios de solidaridad, de respeto recíproco y de mutua comprensión que defienden el interés social.
La formación integral de la personalidad se inicia y culmina en la escuela. Lo básico y fundamental tendrá que existir previamente como existe el germen de la planta para que se produzca el fruto, todo lo que venga después de la enseñanza inicial será complementario.
Podrá decirse que la tarea de la escuela es ofrecer las bases para la instrucción técnico-profesional, de acuerdo. Pero su auténtica razón de ser es otra: la formación inicial del niño y la niña que están destinados a convertirse en células activas del cambio social. En este sentido, la escuela debe producir más que talentos, personas íntegras. Y las personas íntegras no se forman con el dos más dos sino con ejemplos edificantes en todos los aspectos de la vida, porque la personalidad está definida por la conducta de bien, la solidaridad, el compromiso y el juicio crítico y responsable.
Los docentes tenemos que hacer nuestras las frases del filósofo chino Lao Tzu, quien afirma que "conocer a otros es inteligencia, conocerse a sí mismos es sabiduría”. Nos corresponde asumir el papel trascendente que nos señalan las circunstancias para educar para la emancipación y orientar a la niñez y adolescencia el anhelo de vivir con dignidad y libertad en una sociedad soberana.