El acuerdo entre Luisa González y Daniel Noboa con la Sociedad y Familia es una contradicción respecto a la dignidad humana y los derechos fundamentales. Académicos y políticos progresistas sostienen que la defensa de la vida no puede limitarse solo a una perspectiva biológica o conservadora, sino que debe considerar la vida en todas sus dimensiones: social, cultural, espiritual y, sobre todo, desde la óptica de la inclusión y el respeto a la diversidad.
La propuesta de ambos candidatos, al comprometerse con un enfoque que excluye los derechos de las personas trans, el aborto y la eutanasia, podría ser vista como una visión reduccionista de la vida. El respeto a la dignidad implica reconocer las múltiples formas de ser y existir. La vida humana no se agota en su dimensión física, sino que incluye el derecho a la identidad, el reconocimiento de las subjetividades y el derecho a decidir sobre el propio cuerpo.
Además, desde un enfoque ético y social, debemos subrayar la necesidad de una ética del cuidado que priorice el acompañamiento y la inclusión, especialmente de aquellos grupos históricamente vulnerabilizados, como la comunidad LGBTIQ. La política, en lugar de fortalecer discursos que perpetúan la exclusión o la discriminación, debería promover el diálogo plural y el respeto a las diferencias.
El compromiso firmado también parece contradecir la perspectiva liberadora que los sacerdotes Paulo Freire y Leonardo Boff proponen en términos educativos. Evitar lo que llaman “ideología de género” en la educación implica oponerse al derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones y negar la posibilidad de que los niños y adolescentes exploren y comprendan la diversidad humana. La educación debe ser emancipadora, formando ciudadanos críticos y abiertos a la pluralidad, no adoctrinando en visiones cerradas y excluyentes.
Por último, la instrumentalización de la fe en el contexto político también es cuestionable desde el pensamiento de Leonardo Boff, quien plantea que la espiritualidad debe inspirar la justicia social, no el poder o el control. Utilizar precisamente en medio de una campaña electoral, discursos religiosos para legitimar políticas conservadoras desvía el sentido genuino del mensaje cristiano, centrado en el amor al prójimo, la justicia y el respeto a los derechos humanos.