domingo, 27 de julio de 2025

Geopolítica: La clase trabajadora frente al nuevo desorden geopolítico mundial

Porque el futuro debe ser escrito por los pueblos que luchan, no por quienes lucran con el caos y la pobreza.

 La humanidad vive una nueva etapa histórica marcada por una profunda reconfiguración del poder global y el agotamiento del modelo neoliberal. El espejismo de una globalización pacífica, guiada por el libre mercado, se ha desvanecido bajo el peso de guerras, crisis económicas, colapsos ambientales y una renovada ofensiva genocida. En este escenario convulso, la clase trabajadora mundial no solo es víctima de estas transformaciones, sino también el sujeto con mayor potencial para revertirlas. Para ello debe superar la fragmentación impuesta por el capital y asumir un rol activo en la construcción de un nuevo orden justo y democrático.

La guerra en Ucrania persiste, transformada en una guerra prolongada por intereses geopolíticos cruzados entre Rusia, la OTAN y EE-UU. El genocidio del pueblo palestino en Gaza, tiene decenas de miles de muertos y una crisis humanitaria sin precedentes, lo que revela la complicidad de las potencias occidentales y la ineficacia del sistema internacional. En Asia las tensiones entre China y EE-UU por Taiwán se agravan, mientras los BRICS desafían el dólar y ensayan nuevas alianzas solidarias.

Estas disputas no se limitan a los despachos diplomáticos. Sus efectos golpean a los pueblos con inflación, escasez de alimentos, crisis energética, migraciones masivas, recortes sociales y deterioro de las condiciones laborales. La transición energética, dominada por grandes corporaciones, se realiza a costa de territorios indígenas, sin justicia climática.

A la par, el crimen organizado se convierte en actor geopolítico, especialmente en América Latina. Narcotráfico, minería ilegal, trata de personas y contrabando conforman redes transnacionales que desestabilizan gobiernos y militarizan la vida cotidiana. Las respuestas estatales, centradas en la represión, solo refuerzan el castigo a los pobres y encubren la desigualdad estructural.

En este contexto, urge levantar una geopolítica popular desde abajo: articulada por sindicatos combativos, movimientos sociales, comunidades indígenas, feminismos y juventudes organizadas. Es necesario disputar los bienes comunes, resistir el neocolonialismo y construir un horizonte de justicia social, democracia real y soberanía para los pueblos.

Frente al resurgir del fascismo global, que impone el genocidio y el odio como orden; la clase trabajadora debe responder con conciencia, organización y poder popular internacionalista. Porque el futuro debe ser escrito por los pueblos que luchan, no por quienes lucran con el caos y la pobreza.