viernes, 25 de julio de 2025

“Se levanta el clamor popular, ya se anuncia la nueva alborada”

La hora de los pueblos ha llegado, encendamos la llama con antorchas de dignidad y justicia.

En un hecho inédito, el 21 de julio, los presidentes Gabriel Boric, Lula da Silva, Gustavo Petro, Yamandú Orsi y Pedro Sánchez, se reunieron en Santiago de Chile para enfrentar de forma frontal al bloque reaccionario que, encabezado por Donald Trump, asedian la democracia promoviendo un modelo de odio, mentira y despojo neoliberal.

Este encuentro no fue una formalidad ni una pose diplomática, fue una declaración de guerra política y ética contra la “internacional del odio”, que desde la extrema derecha global pretende imponer su agenda de desinformación, racismo, violencia y saqueo económico. La figura de Trump –incitador del asalto al Congreso de los Estados Unidos– es el emblema de ese proyecto autoritario que amenaza con aplastar los derechos de los pueblos en nombre del capitalismo.

Los cinco presidentes presentes en Chile fueron categóricos: la democracia no puede ser secuestrada por noticias falsas ni tribunales al servicio del poder económico. Reivindicaron una agenda de integración regional, defensa de los derechos humanos, justicia social, soberanía alimentaria y transición energética justa. Señalaron sin ambigüedades que el neoliberalismo es una fábrica de exclusión, pobreza y violencia, y que sus consecuencias siguen alimentando el extremismo.

Trump, como rostro visible de esta ofensiva imperial y ultraconservadora, ahora amenaza con sancionar a Brasil por investigar a Bolsonaro. ¿Desde cuándo hacer justicia es un crimen? Esa lógica perversa busca silenciar a los pueblos, castigar la soberanía y blindar la impunidad de las élites. Es el mismo guion que se repite en distintos países: desestabilizar gobiernos populares, judicializar líderes progresistas y controlar la opinión pública a través de campañas sistemáticas de odio.

Por eso, la propuesta de una Internacional Progresista, retomada en esta cumbre, apunta a construir una fuerza real capaz de enfrentar esta nueva forma de fascismo transnacional. La regulación de plataformas digitales, lejos de ser censura, es una necesidad democrática frente al uso criminal de la mentira como arma política.

Los pueblos no pueden seguir siendo víctimas del capitalismo salvaje ni del cinismo. La hora de los pueblos ha llegado, o combatimos juntos esta barbarie neoliberal, o seremos arrasados por su maquinaria de desinformación y genocidio.

Frente a los muros de odio que construye Donal Trump, encendamos la llama con antorchas de dignidad, justicia y unidad. Porque la democracia y los derechos no se suplican, se defienden combatiendo.