viernes, 13 de enero de 2017

Mentalidad corrupta y mezquindad humana


La corrupción ha estado presente en el Ecuador desde 1830, ha sido parte de cada gobierno, antes no era fácilmente percibida ni tampoco interesaba a la ciudadanía de los sectores populares, se encendía y salpicaba a las elites de los partidos políticos y de los grupos de poder económico, pero allí mismo se extinguía.
Los medios de comunicación han contribuido a que este mal sea ampliamente conocido, en estos tiempos, quizá por la campaña, junto a la inseguridad, la delincuencia y la pobreza, es tema de dialogo en los más amplios sectores de la colectividad. La preocupación por el tema de la corrupción está acompañada de un aumento en la percepción de que el mal desempeño del gobierno es un problema importante en el país.
Es bueno que este mal esté en boca de la mayoría de la población, aunque el problema es de carácter estructural también lo es ético individual, solo así la gente tomará conciencia de la magnitud del perjuicio que causa al erario nacional y a los bolsillos de los ecuatorianos, así también podrá plantear posibles soluciones y exigir sanciones a los responsables.
En el caso de Obedrecht, la corrupción llegó a cifras millonarias desplazando nuestra mirada a la podredumbre que también existe en buena parte de las instituciones públicas y privadas, donde una parte de la burocracia abusa de los ciudadanos que acudimos por algún servicio, donde, solicitar, aceptar, ofrecer, dar un bien o servicio, producto de una actuación ilegal para beneficio personal o de grupo es casi normal.
Lo cierto es que la estructura de la corrupción funciona con sus propias normas y un bien elaborado sistema de incentivos que se ofrecen por debajo de la mesa, sistema que se ha visto favorecido en primer término, por la prepotencia y el abuso de poder, por el caudillismo e individualismo, por la brecha entre la riqueza y la pobreza, por la baja calidad de los servicios institucionales, por la poca ética y solidaridad de los hombres y mujeres que no se comprometen con los cambios sociales, con esos cambios para construir una patria soberana, equitativa y solidaria, sino con su propia mezquindad humana.
Los ciudadanos tenemos que dirigir nuestra preocupación no solo a los hechos de corrupción que cometen los servidores públicos, sino también a su mentalidad corrupta, a esa mentalidad que se fortalece con los antivalores sociales que se auto reproducen cotidianamente en toda la pirámide social.

sábado, 7 de enero de 2017

Nuestro voto para políticos con una trayectoria de lucha contra la corrupción


Las millonarias bonificaciones de Odebrecht no sólo se ofrecieron a funcionarios públicos del gobierno correísta, sino también durante los gobiernos anteriores, convirtiéndose en un hecho cotidiano de corrupción impuesta por las transnacionales.
Las denuncias cada vez fueron tomando cuerpo particularmente en la clase política y en los medios de comunicación. Sin embargo, y aunque para el pueblo de a pie, inicialmente las denuncias tenían un carácter simbólico, dejaron de serlo cuando desde afuera, funcionarios de Odebrecht y del propio gobierno de la revolución ciudadana, aceptaron la existencia de transacciones corruptas en la contratación de obras públicas.
Nos sorprendieron las declaraciones del primer mandatario, al decir que las coimas no perjudicaban al erario nacional. También es lamentable y revelador el hecho de que el gobierno nacional y los organismos judiciales, no hicieran nada más que denigrar a la oposición que denunciaba estos hechos de corrupción y robo público a los intereses nacionales y a los bolsillos del pueblo ecuatoriano. Solo cuando se hizo pública una investigación realizada en una corte en Estados Unidos, el Poder Judicial sale con la pretensión de hacernos creer, que la oligarquía criolla y la derecha internacional mediatizan estos actos para dañar los diez años de pseudo revolución.
Claro que como siempre, en medio del proselitismo político, aparecen charlatanes de toda índole, desde chismosos de farándula hasta payasos y cantantes con poses de falso patriotismo, indignación y honestidad pasajera, pero con la evidente intención de más temprano que tarde, convertirse en cómplices cínicos para alinearse a los sectores financieros y políticos más corruptos de la historia ecuatoriana.
Más allá de la abusiva intromisión e incautación de ciertos medios de comunicación por parte del gobierno, si realmente se quiere combatir la corrupción, tenemos que reconocer primero que los grandes medios de comunicación en el Ecuador han sido un factor preponderante para tolerar y hasta para justificar la corrupción. No tanto por su silencio cómplice frente a la corrupción, sino por coartar la libertad de opinión y crítica de la ciudadanía, por ejemplo dando más importancia a programaciones basura llenas de mensajes subliminales de adormecimiento y dependencia a la niñez y juventud.
Afortunadamente, en este periodo de campaña, los ecuatorianos tendremos la oportunidad de castigar a los corruptos, otorgando nuestro voto a personajes políticos con una trayectoria de lucha contra la corrupción, coherentes y con objetiva credibilidad y deseos de adecentar la política ecuatoriana.

viernes, 30 de diciembre de 2016

Paraíso terrenal o paraísos fiscales


A pocas horas de finalizar el año, con seguridad nos viene a la memoria eventos de toda índole, que no preciso detallar, ya lo harán los medios de comunicación, en cuyos registros conservan información irrefutable de todo lo ocurrido durante el año.
Sin embargo, cabe destacar el destape de la corrupción en las cercanías de Carondelet y la intromisión del primer mandatario en la campaña política. La consulta sobre el paraíso terrenal o paraísos fiscales que casi es idéntico, no es más que la abusiva intromisión en el proceso de elecciones del próximo 19 de febrero, en las que es el pueblo, el que debe decidir, si continúa con el modelo neo populista o da al traste a los diez años de autocracia y prepotencia.
Mi condición de educador y la indeclinable preocupación por la patria, me presiona a reflexionar en torno al comportamiento y más concretamente a la misión social que concierne al magisterio y a las instituciones educativas. Pues duele el silencio ante los actos de corrupción y entristece la indiferencia hacia las instituciones nobles fundadas en los principios de solidaridad, de respeto recíproco y de mutua comprensión que defienden el interés social.
La formación integral de la personalidad se inicia y culmina en la escuela. Lo básico y fundamental tendrá que existir previamente como existe el germen de la planta para que se produzca el fruto, todo lo que venga después de la enseñanza inicial será complementario.
Podrá decirse que la tarea de la escuela es ofrecer las bases para la instrucción técnico-profesional, de acuerdo. Pero su auténtica razón de ser es otra: la formación inicial del niño y la niña que están destinados a convertirse en células activas del cambio social. En este sentido, la escuela debe producir más que talentos, personas íntegras. Y las personas íntegras no se forman con el dos más dos sino con ejemplos edificantes en todos los aspectos de la vida, porque la personalidad está definida por la conducta de bien, la solidaridad, el compromiso y el juicio crítico y responsable.
Los docentes tenemos que hacer nuestras las frases del filósofo chino Lao Tzu, quien afirma que "conocer a otros es inteligencia, conocerse a sí mismos es sabiduría”. Nos corresponde asumir el papel trascendente que nos señalan las circunstancias para educar para la emancipación y orientar a la niñez y adolescencia el anhelo de vivir con dignidad y libertad en una sociedad soberana.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Una escuela para que los chicos disfruten la vida


Con preocupación y una especie de ira reprimida el inspector escolar pedía a los estudiantes ayuden a mantener el orden, la limpieza y la seguridad del plantel. Cuándo podremos desde la escuela potenciar la participación de los estudiantes en estas tareas como un aspecto fundamental de su educación.
En una escuela descontextualizada en la que se habla retóricamente de valores, no se puede promover la adquisición de hábitos saludables, tampoco podrán los chicos ni de manera individual y menos comunitaria, responsabilizarse de los espacios que cohabitan.
Por suerte o por compromiso hay niños, niñas y jóvenes que exigen una escuela más auténtica, que sea menos teórica, previsible, aburrida y desconectada de la realidad. Mientras los padres de familia creen que la escuela durante la jornada escolar los forma para la vida, para muchos de los estudiantes, recién la vida empieza a la salida de clases y termina por la mañana, cuando ingresan al plantel donde ellos piensan que se les obliga a dejar fuera sus gustos, motivaciones e intereses, sus conocimientos y habilidades no académicas, sus ilusiones y sus sueños...
La idea de convertir la escuela en un espacio de preparación para la vida, como decía John Dewey, parece aún una imagen incierta e imprevisible, porque con un currículo basado en destrezas con criterios de desempeño y en el afán de acercarla a la realidad, parece que la estamos alejando de lo cotidiano, de los problemas del entorno escolar y comunitario. No son pocos los estudiantes que ven a la escuela como una especie de cárcel del siglo XIX en la que se cierran las puertas con llave, se tocan sirenas, se les hace controles excesivos y seguimientos que nada tienen que ver con su entorno natural y social de aprendizaje.
Hoy es preciso una escuela emancipadora que vincule el desarrollo de las capacidades con los espacios y procesos a los que están destinadas, que conjugue el aprendizaje con los problemas que los chicos enfrentan ahora y no mañana, para que no tengan la impresión de vivir su vida sino de que realmente la vivan.
Queda entonces a los docentes brindar más oportunidades a los estudiantes para acceder a espacios naturales y cotidianos, promover la capacidad de organizarse y decidir sobre los asuntos que les afectan, como son la limpieza, el orden y la seguridad. Es decir hay que contextualizar los aprendizajes, volverlos más prácticos, cotidianos y auténticos.

sábado, 17 de diciembre de 2016

La educación que tenemos no es la que se nos prometió, menos aun la que necesitamos para construir la patria nueva


Pareciera que la corrupción económica y moral que involucra a altos funcionarios del gobierno desplaza el necesario y sesudo análisis de la problemática educativa, que siendo parte de la crisis nacional, tiene su propia particularidad.
La educación que tenemos no es la que se nos prometió, menos aun la que necesitamos para construir la patria nueva. Pese a que la Constitución establece que la educación “es un derecho de las personas a lo largo de la vida” y “un deber ineludible del Estado”, esto no es así, porque precisamente durante la década ganada, se han cerrado cientos de escuelas con el engaño de los planteles del milenio que no son tales. Con el cuento de la calidad y la meritocracia se desprecia la carrera docente y se desconoce la organización sindical.
Se ha dicho más de una vez que la única vía garantizar e impulsar el desarrollo integral de las personas y de los pueblos es contar con un sistema educativo de buena calidad. Sin embargo la educación pública en todos sus niveles y modalidades no tiene una cultura nacional que conlleve a lograr la emancipación, la libertad, la justicia, la equidad y el anhelado buen vivir.
Para que esta premisa sea una realidad es imprescindible ahora y no mañana, que los candidatos presidenciales asuman el compromiso de que la educación es un asunto de todos, y por tanto buscar los consensos para mejorar la calidad y atender prioritariamente los problemas de falta de equidad y hacer posible que todos los ecuatorianos aprendan para la vida y a lo largo de toda la vida. Sólo así se crearán las oportunidades para que cada quien realice sus aspiraciones y logre una vida digna, productiva y solidaria.
Para avanzar en este sentido, requerimos contar con un sistema de educación emancipador en su sentido lato. Un sistema coordinado con la sociedad en su conjunto, sólo así habrá la oportunidad para el desarrollo del país, para la transformación política que demanda la afirmación de una identidad nacional, así como el fortalecimiento de la democracia, la solidaridad y la equidad.
Para lograr esa educación emancipadora, necesitamos de la corresponsabilidad de los candidatos presidenciales y de los docentes, ese compromiso, permitirá elevar la calidad de la educación, mejorar la oferta educativa, y paralelamente recuperar la trayectoria combativa y democrática de la Unión Nacional de Educadores.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Luchadores sociales que defiendan los intereses de todo el pueblo


La campaña electoral hacia Carondelet está mostrando el cansancio del sistema capitalista. 
Por un lado el supuesto modelo exitoso correísta evidencia la incapacidad para detener la ascendente corrupción del grupo de manos limpias, limitándose a decir que la combaten, pero más a vender la figura del mashi para encantar a sus fanáticos.
Para la derecha la idea es, aprovechar la ley del vaivén electoral y de la decepción que la gente tiene contra la revolución correísta. La gente no quiere a la derecha, pero todavía el descontento contra la revolución ciudadana es más fuerte, que los obliga a creer en la teoría del mal menor.
Mientras que los sectores progresistas y de izquierda apuestan por una alternativa de cambio dentro del propio sistema, que empiece por la reorganización de los sectores populares y de los trabajadores en una especie de lucha generacional en la dirigencia, pero a la par que trate los temas nacionales, plantee también la solución de los problemas de clase.
El problema durante la “década ganada”, es que un grupo de mentes lucidas y pseudo revolucionarias, han cogobernado con la derecha y empresarios ligados a las transnacionales, manteniendo el sistema económico neoliberal instaurado por Febres Cordero y la banca usurera.
Los movimientos y partidos políticos ligados a la burguesía, una vez más, con otros membretes pero con las mismas palabras, dicen que el problema no es ideológico, que no es de izquierda o de derecha, sino de falta de fuentes de trabajo e irrespeto a los derechos fundamentales de las personas y de la naturaleza.
Sin embargo, precisamente el problema de la pobreza y violación de derechos, tiene que ver con la ideología, con el sistema económico que se defiende y a que clase se representa, ¿a los empresarios o a los trabajadores? ¿a dónde apuntan sus propuestas?. Si a defender a los sectores populares o a cuidar de los intereses de los empresarios, apuntando a la privatización de secciones claves de la economía nacional, a pesar de que se ha demostrado que las recetas neoliberales son las que han conducido al gobierno y al pueblo a una bancarrota propia de tiempos de guerra.
Lo cierto es que los trabajadores y los sectores populares necesitamos cambios de fondo, no de forma. Necesitamos un gobierno encabezado por trabajadores y luchadores sociales probados que defiendan los intereses de todo el pueblo.