Para decirlo con delicadeza, la movilidad de los diputados de antaño y de los asambleístas de hoy, no es un fenómeno nuevo como tampoco es bueno o malo per se. Los camisetazos han sido una constante. Razones o pretextos sobran, que lo hacen para respaldar leyes de interés nacional o porque no quieren ser alza manos. Lo cierto es que desde 1978 al menos el 20% de diputados o asambleístas abandonaron las tiendas políticas por las que fueron electos, autodenominándose independientes o uniéndose a nuevas bancadas.
La Comisión de Justicia de la Asamblea Nacional aprobó para primer debate, el proyecto de reformas a la Ley Orgánica de la Función Legislativa, en el que se propone que “el legislador que se desafilie del partido o movimiento que auspició su candidatura, perderá automáticamente el cargo”. El objetivo es poner fin al “hombre del maletín” que compra conciencias a tránsfugas que gracias a su apetito son capaces de vender el alma al diablo por “salvar la patria” y engordar sus bolsillos. Que la propuesta es polémica, lo es, pero urgen reformas.
La Asamblea Nacional durante los últimos períodos legislativos ha actuado como lo hacen los cárteles "narcocriminales", organizándose para resolver la dirección de la misma, más no para legislar a favor de resolver los grandes problemas sociales como la inseguridad, la falta de empleo. Se organizan para repartirse el pastel legislativo en busca de cuotas en la administración pública y con el fin de mejorar sus probabilidades de reelección o apuntalar sus carreras políticas.
Adherirse al partido que los llevó a ocupar un cargo político implica alinearse a sus principios filosóficos y a su propuesta política. Eso significa someterse a los mecanismos disciplinarios estatutarios del partido, que se supone conocieron a la hora de afiliarse o adherirse. Hay que decir que buena parte de los asambleístas no hubiesen ocupado sus curules porque no tienen formación política seria ni compromiso social con sus electores, sino que llegaron gracias a la compra de las candidaturas o por la “generosidad” de esos mismos partidos por falta de líderes en sus filas.
Cuando el partido está bien cohesionado, la adopción de medidas disciplinarias es casi innecesaria, pero si los mecanismos de cohesión y disciplina se rompen, lo más probable es que el resultado sean los camisetazos. Los partidos y sus asambleístas son los únicos responsables, a ellos les corresponde erradicar la compra de conciencias, evitar para siempre los camisetazos, reformando Ley Orgánica de la Función Legislativa, así como la casi obsoleta Ley Electoral o Código de la "antidemocracia".
Los camisetazos son en todo caso una distorsión del mandato popular en las urnas. Los asambleístas tránsfugas, a nombre de la regalada gana y el billete corrupto, modifican la correlación de mayorías y minorías en la Asamblea Nacional surgida de los procesos electorales.
Por eso, a la propuesta que se pierda “automáticamente el cargo”, debería agregarse la prohibición de que estos tránsfugas acostumbrados a los camisetazos no puedan postularse a la reelección.