El discurso de las élites dominantes, sobre la corrupción, pobreza y desigualdad, siempre es el mismo, santificar la pobreza como si fuera una bendición de Dios y negar la realidad apremiante que vive la mayoría de la población. Así les es más fácil acumular mayor riqueza y poder para sí, y no invertirla en obra pública para beneficio de todos.
Hace poco, el presidente Noboa, el político nuevo que gobierna a la vieja ultranza, que “los pobres son pobres porque quieren, que sí trabajarán como él, tendrían varios platos de comida, plato fuerte y hasta postre”. De esa manera sostienen que la desigualdad es natural y no es causa de pobreza; al contrario que “la ambición de ser rico es la causa del desarrollo”.
El presidente Noboa argumenta que no podemos recuperarnos económicamente ni superar la pobreza, porque arrastramos la corrupción de gobiernos anteriores, por la crisis de la pandemia y por la violencia delincuencial. Lo cierto es que, las crisis generadas por los gobiernos neoliberales de turno, continúan a un ritmo galopante y siempre golpeando a los sectores populares.
También es cierto que las élites políticas en alianza con los grandes empresarios, organizan empresas electoreras para encaramarse y mantener el control del poder en beneficio personal y de sus grupos. Se respaldan en un engendro de oportunistas que olfatean el dinero público para convertirse de la noche a la mañana en nuevos ricos sin esfuerzo, o como resultado de la corrupción, del testaferrismo y del lavado de dinero del narcotráfico.
Si el gobierno, sigue descuidando el establecimiento de políticas sostenidas en el tiempo para superar las inequidades sociales, entonces debido a la ineficacia e ineficiencia administrativa, los recursos públicos destinados a los servicios sociales básicos, irán a parar a los bolsillos de unos cuantos delincuentes de cuello blanco que nos condenan a vivir en una sociedad atrasada y mediocre, donde la corrupción y la impunidad son una maña institucionalizada.
El propio FMI reconoce que “la brecha entre ricos y pobres en el Ecuador es la más grande registrada en las últimas décadas”. Buena parte de la población ve como sus ingresos no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas, mientras la concentración de la riqueza en pocas manos, convierten a los pobres en campo de cultivo del populismo que se aprovecha de la frustración de la gente. Más grave aún, es que debido a la falta de oportunidades laborales o de ingreso a la universidad, la juventud mire al crimen organizado como una fuente de trabajo.
No creamos que al pueblo le gusta ser pobre, mucho menos que prefiere vivir así. Más temprano que tarde, se levantará, se organizará y tomará las riendas del poder para construir la patria nueva, esa patria, que si es posible.