Hay
quienes creen que la realidad ecuatoriana en los últimos ocho años ha cambiado.
Otros consideran que ésta sigue conforme quedó estructurada en la última
dictadura, en la que se instauraron las bases materiales del actual poder político
y especulativo financiero impuesto por los sectores políticos que
tradicionalmente se han rifado la patria.
Lo cierto
es que, con la judicialización de la protesta popular, confundida entre los
“forajidos” y los “indignados”, la derecha actual es parte de las últimas marchas
en que coincidencialmente unos y otros dicen defender las libertades, la
democracia y un ordenamiento jurídico y económico que permita mejorar las
condiciones de vida de los ecuatorianos.
La actual
composición política de la Asamblea Nacional, comienza a mostrar su desgaste. El
oficialismo casi sometido al pensamiento de Carondelet y la confusa oposición,
emplean el mismo discurso con alocuciones de soberanía y patriotismo al defender
u oponerse por ejemplo a, las enmiendas a la Constitución, Ley de Justicia
Laboral, impuesto a las herencias, Ley de Tierras, etc.
Es decir,
mientras la clase política se disputa los espacios de poder, lo sectores
populares, debido a la poca formación y débil criterio político siguen siendo
presa fácil de la desinformación paralela y de quienes dicen defender sus
intereses. Sin embargo, los sectores políticos, durante las últimas cuatro
décadas, lo único que han hecho es repartirse el poder entre los financiadores
de las campañas y ofrecer una que otra dadiva populista que abriga las
esperanzas del pueblo; pero en la práctica, han disminuido los derechos
sociales impidiendo el ejercicio de los derechos constitucionales y afectando a
la soberanía nacional.
Mientras
el oficialismo revolucionario dice que gobierna y legisla para disminuir la
deuda social, se evidencia su impotencia política, que para “cumplir” con su
proyecto populista endeuda geométricamente al país y consecuentemente a los
ecuatorianos. Por otro lado, las bases de las organizaciones populares tienen
dificultad para valorar críticamente las propuestas políticas de ambos
sectores.
En este
momento, es oportuno, que los trabajadores y los ciudadanos de a pie con
valentía y voluntad inquebrantable, puedan distinguir los intereses populares de
los intereses de la derecha. Sólo así, podremos ir forjando el establecimiento
de una democracia a favor de nuestro pueblo y no en contra de él, que debe ser
asunto de capital interés para los sectores sociales comprometidos con el país.