La crítica hacia la crisis de confianza en los partidos políticos se enmarca en un análisis estructural que va más allá de un simple desencanto con las caducas instituciones políticas. Es evidente que los partidos políticos populistas, la Asamblea Nacional y el Gobierno ocupan los últimos lugares de confianza ciudadana, Esta desafección refleja una profunda desconexión entre las estructuras de poder y las necesidades reales de la población.
Desde una perspectiva objetiva, la raíz de este malestar radica en el colapso del "partido de masas" tradicional, una organización que anteriormente articulaba los intereses de amplios sectores sociales y los traducía en programas políticos coherentes. Con el paso del tiempo, el debilitamiento de estos partidos ha dado lugar a instituciones vacías que dependen de caciques carismáticos y grupos clientelares desvinculados de las bases sociales y populares. Esto es prevalente en partidos de derecha y populistas, cuyos programas vagos y su falta de cohesión organizativa sólo agravan la situación. Para la gente, la política se ha vuelto más un espectáculo mediático, con una creciente influencia de los medios de comunicación y las redes sociales que actúan como mecanismos de persuasión sin ningún compromiso con los intereses colectivos.
El resultado es un escenario propicio para el surgimiento de la derecha antipolítica, que capitaliza el descontento con los partidos tradicionales, promoviendo el apoliticismo y el antipartidismo. Esta estrategia, en lugar de buscar soluciones estructurales, sólo alimenta una mayor fragmentación social y abre la puerta a la consolidación neoliberal que cada vez adquiere más poderes autoritarios. Esto es peligroso en contextos donde la debilidad de las instituciones públicas, especialmente las de control y justicia han sido tomadas por la narco delincuencia organizada, poniendo en riego los derechos como la vida, la educación, salud, transporte, trabajo y la propia democracia burguesa.
Para los sectores populares y de izquierda, la tarea, entonces, es constituir una política que esté al servicio del pueblo, construida desde abajo y comprometida con una transformación estructural que aborde las causas del malestar social, generando políticas públicas consistentes que respondan a las demandas de la ciudadanía. Solo así los sectores populares junto a un partido que los represente, es decir, a través de esta transformación, la izquierda podrá contrarrestar la ofensiva de la derecha y restaurar la confianza en la política como herramienta de emancipación para construir la patria nueva.