sábado, 15 de abril de 2017

Una tradición que rememora la fe católica


Dice mi madre, que la muerte y resurrección de Jesús es celebrar el don de la vida. Creyentes o no, estos días son oportunos para reflexionar sobre la necesidad de cambios respecto de nuestro comportamiento frente a los problemas sociales y políticos y a la posibilidad de construir una sociedad más humana y justa.
Una “Iglesia pobre y para los pobres”, ha dicho el Papa Francisco, acaso hay otra, o la actual es una Iglesia rica para los ricos. Lo cierto es, que el premier del Vaticano, manifiesta que el auténtico poder de la Iglesia consiste en servir a los pobres, renunciando a ciertas consideraciones personales en solidaridad con los postergados por el régimen y por la propia Iglesia. Que sólo así, nos encontraremos con Jesucristo. Lo contrario será simplemente, otro largo feriado.
Cristianos o no, es hora de reconocer que buena parte de la pobreza, la discriminación, del maltrato infantil, del abuso contra las mujeres, de la delincuencia, de la prepotencia y la corrupción institucionalizada, es responsabilidad nuestra. Somos culpables por guardar silencio y mostrar miedo en vez de denunciar estos hechos, que tienen repercusión en nosotros mismos y en nuestros hijos.
Si bien es cierto, la fe y el espacio religioso dependen de la voluntad personal, cada uno es libre de profesar o no cualquier religión. No obstante, el aporte a la solución de la problemática nacional, particularmente del entorno local, incumbe a toda la ciudadanía; por tanto, conforme lo dice el Papa, “estamos obligados a rechazar todo lo que vulnere la dignidad de los seres humanos.”
La Semana Santa es una tradición que rememora la fe católica, en la que se recrea la pasión y la muerte de Jesús con una serie de rituales, como el pan y el vino de la última cena, el lavatorio de pies, la pesada cruz, la corona de espinas, el látigo, el propio vía crucis que en estos días son resignificados por la tradición cristiana para convertirlos en referentes de cambio y de identidad social de los pueblos.
Finalmente, luego del litigioso proceso electoral que ha puesto a caminar a medio país por aceras distintas reclamando la legitimidad de su manoseado voto, la Semana Santa, debe tender puentes para que unos y otros exijamos a los gobernantes, el direccionamiento de la política social y económica en favor de superar las desigualdades sociales y respetar el pleno ejercicio de los derechos constitucionales.

viernes, 7 de abril de 2017

Día del Maestro Ecuatoriano

El 13 de Abril, es una fecha mayúscula en la cual recordamos a Eugenio Espejo, Juan Montalvo, Pio Jaramillo, Dolores Cacuango, Rosita Paredes, Consuelo Benavides, Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Eloy Alfaro, Miguel Riofrío, Benjamín Carrión, cuyos ideales permanecen vigentes en las mentes del magisterio y del pueblo ecuatoriano.
Las maestras y maestros a lo largo de la historia, han forjado heroicas jornadas de unidad y lucha contra las políticas antipopulares que los gobiernos de turno, implementan luego de recibir el favor popular.
La defensa de la educación pública y la dignidad, son tareas permanentes que le ha tocado a los maestros y maestras enfrentar de los gobiernos de turno, que al igual que el actual, el de la revolución ciudadana, que lejos de resolver la crisis de la educación, ha penalizado la organización sindical y la persecución a la dirigencia popular.
La ciudadanía ecuatoriana sabe y extraña la acción y lucha incansable de los maestros y maestras. En ese afán, asistieron delegaciones de todo el país, hasta la ciudad de Montecristi, a apoyar la Constitución de 2008, participamos en buena parte de su construcción, como también aportamos en la elaboración de la LOEI, sin embargo la mayoría neo revolucionaria, lanzó al traste entre otras conquistas, la Ley de Carrera Docente, para imponer artículados retrógrados e inconstitucionales que en definitiva, son otra forma más de dominación y de exclusión social con la que se castiga y somete a los maestros y maestras.
Hoy exigimos al gobierno nacional evitar el abuso y la improvisación de los burócratas verdeaguitas encaramados del Ministerio de Educación, quienes a su vez encargan sin previo concurso, las direcciones de las instituciones escolares. Así mismos, demandamos del magisterio ecuatoriano, forjar la unidad, para recobrar nuestra institucionalidad organizativa y los caminos de la educación emancipadora, en defensa de la educación laica y por las causas populares.
Hoy los maestros tenemos en nuestras manos, la responsabilidad de formar a los ciudadanos de hoy y mañana; como nos recuerda José Carlos Mariátegui “De todas las victorias humanas, corresponde a los maestros el gran mérito; de todas las derrotas humanas, les corresponde también la gran responsabilidad”. En efecto, ser docente es una profesión en la cual el compromiso afectivo y social es prácticamente inevitable y hasta necesario.
Finalmente un saludo cordial al Magisterio Ecuatoriano y Lojano, recordando las palabras de Paulo Freire, que “el conocimiento se construye a través de la entrega y la lucha…”

viernes, 31 de marzo de 2017

La educación un desafío urgente para la transformación de la realidad

La escuela es imprescindible en la construcción de un país democrático y de desarrollo humano desde el ámbito personal y social, de lo público y lo privado, y orientado hacia el respeto, convivencia e inclusión de la diversidad de actores y formas de pensamiento del pueblo ecuatoriano.
Para ello es fundamental reorientar el rol del sistema educativo para que asuma la formación y capacitación de las nuevas generaciones. Monseñor Arnulfo Romero, -de quien recordamos un año más de su asesinato en marzo de 1980- a más de pastor de la iglesia fue un educador popular comprometido con los pobres.
Él refería que de todos los problemas sociales, la educación era el principal de solucionar, si realmente se quería avanzar en la transformación social de los pueblos: “hay que capacitar a los niños y a las niñas para analizar la realidad del país; hay que prepararlos para que sean agentes de transformaciones, en vez de alienarlos con un amontonamiento de textos y de técnicas que los hacen desconocer la realidad; una educación para la participación política y democrática.”
Nadie dudará que la educación en todos sus niveles, pero fundamentalmente en el superior, debe orientarse a atender, desde las exigencias del conocimiento, los problemas de la propia realidad local y nacional. Es decir, necesitamos, como reflexiona Paulo Freire, una “educación inserta en la realidad, que rompa con la dependencia, con la alienación familiar y social impuesta desde afuera”, donde la televisión y las redes sociales desplazan el ejercicio del saber en las aulas y en la familia; donde un wahats-app vale más que la orientación docente.
Continuar con el actual estado del sistema educativo nos llevaría a profundizar lo escolástico y no la praxis, las competencias laborales y no el desarrollo del pensamiento que promueve la creatividad emancipadora. Es urgente acabar con la pobreza y la exclusión social que a su vez acaba con la posibilidad de caminar hacia el mandato constitucional del buen vivir, hacia la trasformación de la realidad. El nuevo gobierno, debe promover la construcción de un proyecto educativo que sea el resultado de una amplia consulta social, que exprese la concepción filosófica del Ecuador pluricultural y multiétnico, un proyecto basado en el principio de la participación ciudadana plena y concreta, y en la más profunda convicción democrática de que solo la concertación social, confiere el sentido real a la construcción de la patria nueva.