viernes, 2 de septiembre de 2016

Patente de corso privilegio del reino revolucionario

“La UNE simplemente tiene que ser disuelta... Si por mí fuera la UNE…, habría desaparecido el día en que yo me posesioné”, fueron las declaraciones del Ministro de Educación, frente a los atropellos a la organización magisterial, "... Nada embriaga tanto al hombre como sentirse invencible.
Inicialmente se pensaría que nos encontramos ante una dictadura, pero no es así, porque las dictaduras suelen reconocer que todo tiene su límite e incluso se cuidan de no extralimitarse. Hoy presuntamente nos encontramos ante una tiranía, porque estas responden al fanatismo, a la idolatría y su norma es el irrespeto a la Constitución, a las leyes, a las organizaciones y a los ciudadanos, ni siquiera respetan la vida.
La Constitución dice que “se garantizará el derecho y la libertad de organización de las personas trabajadoras, sin autorización previa. Este derecho comprende el de formar sindicatos, gremios, asociaciones y otras formas de organización, afiliarse a las de su elección y desafiliarse libremente”. Sin embargo en este “reino revolucionario”, no se trata igual a todos, a quienes no piensan del color oficial, se les niegan los derechos más elementales.
La intención de destruir a las organizaciones sociales y populares, al parecer fue objetivo estratégico de la revolución ciudadana, de otra manera no se explican los permanentes atropellos a los derechos laborales y de sindicalización, el despido de miles de trabajadores públicos y privados, incrementando así la pobreza y otros males, las fracasadas reformas al sistema educativo han dejado a miles de jóvenes fuera de la universidad. 
A no dudarlo el allanamiento a las instalaciones de la UNE es la demostración del odio visceral a la oposición política, pretexto burdo, es que se la disuelva “porque no ha inscrito su directiva”. Esta acción ha permitido al pueblo ecuatoriano y a la opinión pública local e internacional comprobar que a la incapacidad y corrupción se han añadido ingredientes peligrosos como, la prepotencia, el abuso, la persecución, el allanamiento y la idea absurda que como gobernante es él y su camarilla quienes están y estarán por encima de la Constitución, creyéndose con patente de corso para subyugar los derechos, la libertad y la dignidad de los ciudadanos.
Finalmente, el Apóstol cubano nos recuerda que "viene bien que él que ejerza el poder sepa que lo tiene por merced y por encargo de su pueblo, como una honra que se le tributa y no como un derecho del que goza".

viernes, 26 de agosto de 2016

Unidad social y política, para dejar atrás el correísmo

Los politólogos opinan que el ciclo de los llamados gobiernos progresistas en la región llega a su fin, debido a que la crisis económica los ha obligado a adoptar medidas neoliberales. Es decir que el progresismo disfrazado de izquierda hoy se desnuda y se muestra en el escenario político y social conforme al ropaje ideológico de sus actores.
En el caso ecuatoriano, la crisis viene de mucho antes de la caída del precio del petróleo, crisis que se evidencia en la adopción de un modelo tecno-burocrático capitalista fortalecido hasta hace unos dos años por los altos ingresos fiscales y del petróleo, lo cual permitió al gobierno fomentar el paternalismo y clientelismo social, a la par que alentaba el caudillismo del primer mandatario.
Para opacar la crisis se recurre a argumentos ambiguos como que esta es mundial. Otras iniciativas como las leyes de herencia y plusvalía, el dinero electrónico, la venta de gasolineras estatales, las reformas a la jubilación patronal, las salvaguardas, etc., no le han dado resultado. Por el contrario, la ciudadanía evidencia como día a día se eleva el costo de la vida, crece el desempleo y la inestabilidad laboral, líderes populares y organizaciones gremiales demandan de seguridad jurídica y despenalización de la protesta social y una serie de etcéteras que se agravan con la prepotencia y el autoritarismo.
Aunque no parezca, la revolución ciudadana ha hecho el camino fácil a la banca y a los grandes grupos empresariales para que puedan obtener mayores ganancias que posibiliten la pronta recuperación de sus capitales afectados por la crisis y la recesión económica; haciendo como siempre que el costo de la crisis la paguen los sectores populares.
Lo cierto es que, más allá del optimismo oficial al manejar sus propias estadísticas, para la oposición, pero especialmente para las clases populares y medias de la población, el gobierno está en permanente deterioro y poco a poco va acrecentado el descontento popular que se expresa en tertulias que se improvisan en los medios de transporte, en los centros comerciales y otros espacios donde en resumen se exige del gobierno el pleno respeto a los derechos y garantías constitucionales.
En tales circunstancias es obligatoria y urgente la unidad social y política, para dejar atrás la idea de perpetuación del correísmo, ya sea con el humanitario Moreno o con el tecnócrata Glass, e incluso con el mismo Correa.

viernes, 19 de agosto de 2016

Unidad programática para un gobierno que garantice el pleno ejercicio de derechos

Nadie puede negar que transitamos confusos en una crisis política e ideológica que no se asume. Es una crisis pendular que reaparece cada cierto tiempo, más bien, cuando el liderazgo del gobierno de turno se desvanece y en su desesperación pasa a la persecución de la oposición social y política.
En esta crisis, el oportunismo y el caudillismo han abandonado los espacios del debate de ideas que son el sostén de la democracia, pregonan que al pueblo no le interesan las ideologías culpando de la crisis a la partidocracia. Para justificarse, han sustituido a los partidos políticos y a la militancia por colectivos de apoyo electoral y adherentes en favor de sus campañas, renunciando a la formación ideológica.
Coincidencia o no, desde el “gobierno nacionalista y revolucionado” ungido por la dictadura militar hasta la caída de Abdala Bucarán han pasado 18 años y desde éste, hasta el “gobierno de la revolución ciudadana” otros 18 años, en que ya nos es importante constatar la estabilidad del sistema político, sino de tener dudas sobre la propia gobernabilidad que generan quienes llegan al poder expresando que se sacan la camiseta del partido para servir al pueblo, en buen romance, renuncian a la disciplina partidaria, lo cual no necesariamente les da más prestigio, pero si la posibilidad de hacer lo que les da la gana.
Los partidos políticos y los líderes que se turnaron en el poder a partir de 1979 sin duda que han contribuido a la estabilidad democrática al estilo neoliberal. Pero esos mismos partidos y líderes que consiguieron que los ecuatorianos nos habituemos a la democracia burguesa no logran comprender que no se trata de cambiar un presidente sino la estructura del Estado tradicional.
Lo cierto es que esta crisis conduce a que la mayoría de los ciudadanos no sólo no crea ni confía en el Asamblea Nacional, ni en el Poder Judicial, ni en la Administración Pública, sino también a rechazar los cantos de sirena autoritarios de quienes quieren opacar la crisis.
Ahora se trata de elegir un nuevo liderazgo que asuma el reto de sacarnos de esta crisis, para ello los partidos políticos y los líderes tienen que forjar y acordar una unidad programática que redefina el sistema político y las estructuras del Estado y a la vez asegure el pleno ejercicio de derechos individuales y colectivos.