Al repensar sobre la situación de nuestra escuela, de
nuestra educación y del aporte de esta a la formación de la niñez y
adolescencia y al desarrollo social de la comunidad, en no pocas veces lo
hacemos con nostalgia y hasta con lamentaciones. Quizá no sea exagerado, pero
hasta hace poco era la escuela, la familia y en cierta medida la iglesia
quienes cumplían el rol de educadores, sin embargo hoy, el avance acelerado de
la tecnología, en especial, las redes sociales que estimulados por la publicidad
global para el consumo comercial y de alienación cultural, hayan convertido a
los medios de comunicación en los protagonistas principales de un “proceso de
formación paralelo”, que para los niños es una fuente inagotable de
entretenimiento inútil y que por tanto compite con la escuela tradicional y la
familia.
No debe
sorprendernos que los jóvenes de hoy estén estrechamente relacionados y tengan
mucho más en común con los jóvenes de otros países y continentes que con sus
compañeros de la escuela y que con sus amigos del barrio. En estas
circunstancias, mientras los estudiantes han
incorporado para si la cultura de la calle y la metodología del clip y las
imágenes, los docentes en su mayoría atravesados por un analfabetismo
funcional, se esfuerzan a través de la práctica de valores lograr una mayor atención
para superar la desmotivación y desinterés que obviamente deriva en fracasos y deserciones
escolares.
Esta situación se agravará aún más, entre tanto la escuela y los docentes
no conciten un interés mayor al que producen las imágenes y a la velocidad que
ofrecen los medios al estudiantado en espacios y tiempos inmediatos y que los
adultos de hoy no compartimos y tampoco comprendemos ya que fuimos formados en contextos
diferentes.
Desde luego, no debemos
confundir ni precipitarnos a querer que la escuela se adapte automáticamente a las nuevas realidades; por
el contrario, debe enfatizar más en una educación que de mayor importancia a
los intereses del estudiantado y al desarrollo del pensamiento crítico que a la
acumulación mecánica de conocimientos, lo cual no significa someterse a ellos
sino ponerlos en tensión con procesos de aprendizaje y la dotación de
conocimientos necesarios para la reflexión y comprensión del entorno.
Finalmente,
el desafío para una sociedad democrática, es como articular una escuela que habilite
a los ciudadanos para el ejercicio de deberes y derechos como mínimos
comportamientos y saberes, para pensar en la posibilidad de una Patria
emancipada para todos.