Las millonarias bonificaciones de Odebrecht no sólo se ofrecieron a funcionarios públicos del gobierno correísta, sino también durante los gobiernos anteriores, convirtiéndose en un hecho cotidiano de corrupción impuesta por las transnacionales.
Las denuncias cada vez fueron tomando cuerpo particularmente en la clase política y en los medios de comunicación. Sin embargo, y aunque para el pueblo de a pie, inicialmente las denuncias tenían un carácter simbólico, dejaron de serlo cuando desde afuera, funcionarios de Odebrecht y del propio gobierno de la revolución ciudadana, aceptaron la existencia de transacciones corruptas en la contratación de obras públicas.
Nos sorprendieron las declaraciones del primer mandatario, al decir que las coimas no perjudicaban al erario nacional. También es lamentable y revelador el hecho de que el gobierno nacional y los organismos judiciales, no hicieran nada más que denigrar a la oposición que denunciaba estos hechos de corrupción y robo público a los intereses nacionales y a los bolsillos del pueblo ecuatoriano. Solo cuando se hizo pública una investigación realizada en una corte en Estados Unidos, el Poder Judicial sale con la pretensión de hacernos creer, que la oligarquía criolla y la derecha internacional mediatizan estos actos para dañar los diez años de pseudo revolución.
Claro que como siempre, en medio del proselitismo político, aparecen charlatanes de toda índole, desde chismosos de farándula hasta payasos y cantantes con poses de falso patriotismo, indignación y honestidad pasajera, pero con la evidente intención de más temprano que tarde, convertirse en cómplices cínicos para alinearse a los sectores financieros y políticos más corruptos de la historia ecuatoriana.
Más allá de la abusiva intromisión e incautación de ciertos medios de comunicación por parte del gobierno, si realmente se quiere combatir la corrupción, tenemos que reconocer primero que los grandes medios de comunicación en el Ecuador han sido un factor preponderante para tolerar y hasta para justificar la corrupción. No tanto por su silencio cómplice frente a la corrupción, sino por coartar la libertad de opinión y crítica de la ciudadanía, por ejemplo dando más importancia a programaciones basura llenas de mensajes subliminales de adormecimiento y dependencia a la niñez y juventud.
Afortunadamente, en este periodo de campaña, los ecuatorianos tendremos la oportunidad de castigar a los corruptos, otorgando nuestro voto a personajes políticos con una trayectoria de lucha contra la corrupción, coherentes y con objetiva credibilidad y deseos de adecentar la política ecuatoriana.
Las denuncias cada vez fueron tomando cuerpo particularmente en la clase política y en los medios de comunicación. Sin embargo, y aunque para el pueblo de a pie, inicialmente las denuncias tenían un carácter simbólico, dejaron de serlo cuando desde afuera, funcionarios de Odebrecht y del propio gobierno de la revolución ciudadana, aceptaron la existencia de transacciones corruptas en la contratación de obras públicas.
Nos sorprendieron las declaraciones del primer mandatario, al decir que las coimas no perjudicaban al erario nacional. También es lamentable y revelador el hecho de que el gobierno nacional y los organismos judiciales, no hicieran nada más que denigrar a la oposición que denunciaba estos hechos de corrupción y robo público a los intereses nacionales y a los bolsillos del pueblo ecuatoriano. Solo cuando se hizo pública una investigación realizada en una corte en Estados Unidos, el Poder Judicial sale con la pretensión de hacernos creer, que la oligarquía criolla y la derecha internacional mediatizan estos actos para dañar los diez años de pseudo revolución.
Claro que como siempre, en medio del proselitismo político, aparecen charlatanes de toda índole, desde chismosos de farándula hasta payasos y cantantes con poses de falso patriotismo, indignación y honestidad pasajera, pero con la evidente intención de más temprano que tarde, convertirse en cómplices cínicos para alinearse a los sectores financieros y políticos más corruptos de la historia ecuatoriana.
Más allá de la abusiva intromisión e incautación de ciertos medios de comunicación por parte del gobierno, si realmente se quiere combatir la corrupción, tenemos que reconocer primero que los grandes medios de comunicación en el Ecuador han sido un factor preponderante para tolerar y hasta para justificar la corrupción. No tanto por su silencio cómplice frente a la corrupción, sino por coartar la libertad de opinión y crítica de la ciudadanía, por ejemplo dando más importancia a programaciones basura llenas de mensajes subliminales de adormecimiento y dependencia a la niñez y juventud.
Afortunadamente, en este periodo de campaña, los ecuatorianos tendremos la oportunidad de castigar a los corruptos, otorgando nuestro voto a personajes políticos con una trayectoria de lucha contra la corrupción, coherentes y con objetiva credibilidad y deseos de adecentar la política ecuatoriana.