En el escenario de la pre campaña electoral, se evidencia la penosa tarea de atacar a quienes muestran un pensamiento ideológico distinto. No todos interpretamos o valoramos de la misma manera temas como política, economía, cultura y sociedad, cuyas diferencias surgen de factores como la educación, las experiencias personales, la religión, y el entorno social; pero que estas visiones quizá opuestas y hasta naturales nos lleven a conflictos de opinión y a ofender a nuestros contertulios, es inaceptable.
En un medio de comunicación local, Kelly Gualán, candidata de Unidad Popular, manifestó que uno de los objetivos de su agrupación, es la generación de fuentes de trabajo para los profesionales jóvenes. El comunicador le observó que “la izquierda jamás ha generado riqueza y ni ha dado trabajo, que eso solamente lo hacen los empresarios, –dijo además– que las oportunidades para que las personas crezcan se debe a la meritocracia y no quitando a los ricos para repartir a los pobres”
Al respecto, reflexionaré sobre tres aspectos puntuales de esas aseveraciones: 1. En la visión marxista, la desigualdad persiste porque una élite controla los medios de producción, haciendo que los trabajadores dependan de los capitalistas. Solo una redistribución estructural de recursos podría lograr una verdadera igualdad. 2. La meritocracia se basa en la idea de que el esfuerzo y talento individuales permiten mejorar la posición social; sin embargo, en la práctica, la clase burguesa controla los recursos, limitando el avance de quienes están en desventaja y perpetuando la pobreza estructural. 3. Los trabajadores no aspiramos a despojar a los ricos de su riqueza, para distribuirla entre los pobres; buscamos un sistema más justo y equitativo, donde los recursos y oportunidades se repartan de forma que todos prosperemos en conjunto.
Como siempre, la burguesía promueve la desigualdad escondiendo sus reales intereses, usando explicaciones y calificativos a la pobreza como: “es que son vagos, no se esfuerzan, quieren que les regalen todo, hasta un generador eléctrico”, eso y más nos repiten mientras siguen por el ancho camino de la corrupción y el abuso.
Lo cierto es que, la acumulación de riqueza, acompañada del secuestro del poder político genera desconfianza en las instituciones y debilita el sistema democrático en su conjunto, descuidando la atención a los bienes y servicios públicos como son la salud, la educación, el empleo, la vivienda, la jubilación y el sistema de protección social.