La narrativa del poder en Estados Unidos es compleja, especialmente al considerar figuras como Donald Trump y Kamala Harris, quienes representan visiones diferentes, pero operan dentro de un sistema donde el poder real no siempre reside en la presidencia. Donal Trump, presidente de 2017 a 2021, introdujo un estilo polémico y directo, mientras Harris aspiraba hacer historia como la primera mujer presidenta. No obstante, ambos estaban y están condicionados por una estructura de poder dominada por el complejo militar-industrial y la industria armamentista, que ejercen una influencia profunda sobre la política nacional y exterior.
Esta influencia trasciende a las administraciones individuales de los presidentes republicanos o demócratas, desde Ronal Reagan hasta Joe Biden, han adoptado políticas de intervención exterior alineadas con los intereses del complejo militar-industrial, justificadas a menudo bajo el pretexto de defender los derechos humanos o combatir el terrorismo en regiones estratégicas. Aunque Trump promovió el lema “América Primero” durante su mandato, no disminuyó el presupuesto militar ni la influencia de dicho complejo, beneficiando en última instancia a estas industrias.
Kamala Harris, hubiese centrado sus políticas en el ámbito social y de derechos civiles. Sin embargo, era improbable que desafíe la influencia del complejo militar-industrial. Las prioridades del Pentágono y sus aliados se alinean con una política exterior intervencionista y hegemónica, sin importar el partido en el poder. Así, con republicanos o demócratas, es probable que otros países vean una continuidad en la expansión económica y militar de EE.UU.
Con seguridad, Donal Trump impulsará desde el Pentágono la industria armamentista, cuyos efectos son devastadores en países en desarrollo. Por ello, el verdadero desafío para la comunidad internacional no es quién ocupa la presidencia, sino la influencia del complejo militar-industrial sobre las decisiones estadounidenses, relegando a los presidentes a un papel secundario. El autoritarismo de Donal Trump no se desviará de la política exterior establecida hacia Cuba, Venezuela, Nicaragua, Vietnam, Taiwán y sobre todo de los conflictos en Ucrania y Medio Oriente, donde se apoya el genocidio de Israel contra el pueblo palestino.
Un ejemplo de esa influencia autoritaria es el bloqueo a Cuba, bloqueo que afecta gravemente a la vida y economía del pueblo cubano. Esta práctica Donal Trump la sostendrá a pesar de las resoluciones de la ONU condenando y exigiendo el fin del cerco político que EEUU mantiene por más de 60 años contra la isla.