viernes, 29 de noviembre de 2024

Un camino de compromiso y resistencia por “el último rincón del mundo”

Desde muy joven, acompañando a mis abuelos en las ferias de pueblo, aprendí a caminar las polvorientas carreteras de Loja. Mi abuela decía: “lo que tus ojos vean nadie te lo quitará”. Aquellos recorridos despertaron en mí un compromiso social, cultural y político que luego uní a mi labor pedagógica y gremial. Así conocí las esperanzas y luchas de la gente, pero también su abandono por parte del Estado, lo que encendió en mí rabia y energía para acompañar sus justas demandas. Como diría Machado: “Caminante, no hay camino; se hace camino al andar”.

En los años setenta, siendo aún adolescente, viví las atrocidades de las dictaduras de Velasco Ibarra, Rodríguez Lara y el Triunvirato, que persiguieron y violentaron a sindicatos y organizaciones de izquierda, como la Juventud Comunista del Ecuador (JCE). Esta represión nos impulsó, junto a otros jóvenes, a luchar por el retorno a la democracia, logrado en 1979 con Jaime Roldós Aguilera.

Mi experiencia en la dirigencia estudiantil, sindical y magisterial me enseñó que la transformación social solo es posible desde la unidad con las bases: docentes, trabajadores, campesinos, amas de casa y desempleados. De lo contrario, la burguesía convierte las esperanzas en cenizas, ampliando la brecha de pobreza. Esta lucha no se da solo en las aulas, sino también en las calles. Con otros maestros unionistas, recorrimos escuelas y colegios remotos para motivar a defender derechos y expresar inquietudes. Esos recuerdos están cargados de alegría, indignación y dolor, al ver cómo los pueblos siguen olvidados por un Estado indolente.

La teoría marxista, nos enseña que la lucha de clases y la necesidad de organización colectiva para transformar las estructuras de opresión es urgente. Marx sostenía que solo a través de la conciencia de clase y la acción revolucionaria se puede superar la explotación del proletariado. Mi experiencia demuestra que la educación popular y el trabajo desde las bases son esenciales para avanzar hacia una sociedad más justa. La frase "solo el pueblo salva al pueblo" encarna esta visión: es en la unión de las masas donde reside el poder transformador.

Así, el compromiso político y pedagógico de los docentes unionistas no es solo un acto personal, sino parte de la lucha popular que enfrenta la alienación capitalista y busca la emancipación colectiva