La evolución de la pobreza en el Ecuador en los últimos gobiernos y especialmente en el actual, demuestra que la erosión del sistema capitalista continúa sin cesar, pero no para dar paso al establecimiento de políticas públicas para una mejor distribución de la riqueza nacional y mejorar las condiciones de vida o para superar la inseguridad social y ciudadana; sino más bien para fomentar la corrupción e impunidad.
La masa campesina, indígena y popular afincada en el campo que antes migraba a las ciudades se proletarizaba a cambio de salarios miserables, hoy por la carencia de fuentes de trabajo se hunde en la indigencia en condiciones cada vez más infrahumanas, mientras los beneficiarios de los ingresos provenientes del petróleo y la minería, los funcionarios públicos entre la media noche y la madrugada se vuelven millonarios cobrando cuantiosas sumas por la entrega de contratos chuecos a las transnacionales, estos nuevos millonarios gracias a la corrupción y al patrocinio de la justicia se convierten en banqueros canibalescos, empresarios “prósperos”, mercaderes o tecnócratas que controlan las funciones públicas del Estado.
Es por estas razones, que tiene vigencia la organización, unidad y lucha de clases por la emancipación popular, ahora mismo tan necesaria para comprender y combatir las medidas políticas y económicas que aplica la derecha obediente a los organismos chulqueros internacionales que bajo engaños dicen revertir la crisis capitalista y generar nuevas fuentes de trabajo, estas recetas que los gobiernos de turno incluido el del encuentro, han resultado ser ofrecimientos sinónimos de farsa y demagogia. En estas circunstancias y a puertas de un proceso electoral seccional, es urgente proponer un cambio desde una perspectiva más real que remueva los cimientos del sistema explotador y opresor e introducir modificaciones en todos los órdenes, incluyendo una verdadera participación en la elección y dirección de los organismos de elección popular, y así lograr una vida digna para todos.
Sin embargo, muchas de las veces, la organización, unidad y lucha se ha visto truncada por el oportunismo y sectarismo de ciertos personajes que, incluso habiendo pertenecido a los partidos de izquierda, traicionan por sus intereses personales aliándose con la derecha reaccionaria. Lo único que han conseguido es dividir a las masas, a las organizaciones sociales, de trabajadores y a los partidos políticos de izquierda con cierta posibilidad de liderar la vanguardia en la defensa de derechos sociales y humanos y en el combate a la oligarquía enquistada en el poder. Esos sectarismos y oportunismos han jugado un papel negativo para que la postergación de nuestra provincia y país siga siendo la misma, aunque hayan cambiado las apariencias.
Lo cierto es que, no podemos quedarnos en la efervescencia social, hay que forjar la organización, unidad y lucha de todos los sectores populares y sociales para concretar una alianza orgánica que presente alternativas al neoliberalismo, a la acumulación de capital en manos de unos pocos y en perjuicio de las mayorías.