El pasado 31 de octubre, con motivo de “Halloween” dos jóvenes salieron con disfraces del Ku Klux Klan. Mi rostro lleno de indignación, provocó diversas reacciones en los parientes y amigos. Lo sucedido, me lleva a que es urgente tanto en la familia como en la escuela debatir sobre la descolonización cultural y reflexionar sobre formas de discriminación, aculturación y el papel del mercado en la construcción de modelos hegemónicos de consumo cultural, el rol de la educación en la asimilación del gusto cultural, y en la urgencia de un pensamiento descolonizador y emancipador.
José Martí decía que “la ignorancia mata a los pueblos y –por tanto– es preciso matar a la ignorancia”, frase que aún mantiene su fuerza. Solo que el ignorante de hoy no es el que no sabe leer y escribir, sino el que lee o ve en las pantallas digitales y acepta como ciertas las falsedades del monstruo mediático que, con el poder arrollador de las redes sociales, inventa y difunde una realidad a conveniencia de sus intereses de clase.
El sistema se rige por las “mentiras emotivas, que distorsionan la realidad frente a las emociones y a los datos justos”. El periodismo objetivo fracasa ante la anarquía de las redes sociales, que no descansan en su invasión incontenible de chismes y rumores, para oponerse a quienes luchan en defensa de la vida, la naturaleza y la soberanía.
Vivimos la época donde al estilo hitleriano, al estilo Halloween pretenden acallarnos con odio a quienes seguimos apegados a la ética de la verdad. Estos charlatanes reinventan historias a su capricho, y de esa forma nos dicen que el socialismo es “el infierno”, que nuestros pueblos eran pueblos ignorantes y atrasados; y que gracias a ellos vivimos en un paraíso donde reina la “libertad de expresión”, “la democracia”, “la justicia social”, “el derecho a la pobreza”, mentiras que con los últimos hechos de violencia se desvanecen.
Los dolorosos crímenes y asesinatos a policías; los amotinamientos y asesinatos en las cárceles; las detonaciones con explosivos en las ciudades de Santo Domingo, Guayaquil y Esmeraldas; solo confirman que el crimen organizado y el narcotráfico le ganó la batalla no solamente al Gobierno del Presidente Lasso, sino al Estado neoliberal en sí.
Sin embargo, disfrazar la violencia de ingenuo Halloween no es una acción inocente. El Gobierno tiene la certeza de que, para cubrir la inoperancia administrativa en todos los aspectos, pero en especial la seguridad ciudadana, tiene que seguir culpando al pasado, negándose a entender que no necesita declaraciones de excepción ni toques de queda, sino más apoyo a la cultura, a la educación y más fuentes de trabajo.
Entonces, “es preciso matar a la ignorancia” y saber que la utopía, unidad y lucha siguen siendo, con la verdad como bandera, las metas más eficaces para combatir la delincuencia organizada y la corrupción estatal, que solo así, podremos seguir existiendo y coexistiendo como país.