sábado, 12 de noviembre de 2022

Inseguridad ciudadana pesimismo de lo inalterable

 La violencia que se genera en las cárceles del país no es novedad, por el contrario, tras las declaraciones de los funcionarios responsables de que todo está controlado, la ciudadanía y en especial los familiares de los detenidos están angustiados por una eminente nueva masacre.

A pesar de las declaraciones de los Ministros de Gobierno e Interior y los altos mandos de la Policía Nacional, que aseguran que se ha disminuido los delitos en calles y domicilios, nos encontramos con una población carcelaria que continúa creciendo aceleradamente. Actualmente, Ecuador se encuentra entre los países más peligrosos del mundo y con más presos en relación con la población.

Es muy trágico que las muertes violentas en las cárceles se dispararon a números muy dolorosos, los datos son públicos, ya no son necesarias estadísticas, en lo que va de este gobierno ya superan las quinientas y los heridos sobrepasa las dos mil personas, definitivamente, el gobierno del banquero Guillermo Lasso no ha podido frenar las matanzas ni el ingreso de armas, pese a que el Estado está obligado a brindar seguridad y evitar este tipo de hechos. 

El problema real de la violencia carcelaria, radica en la organización y el diseño del sistema penitenciario. Ecuador es el único país del mundo donde los policías desde fuera cuidan a los policías y guías que están dentro de las cárceles; mientras los reos de diversas bandas se cuidan y se matan entre ellos mismos. No hay nada más paradójico que esto.

La verdadera base del problema radica, en acumulación del capital, la distribución de la riqueza y el ingreso, dado por las desiguales relaciones sociales y la estratificación social derivada de ellas, expresadas en explotación, dominación, subordinación y antagonismos entre clases sociales. Entonces la violencia criminal no es más que un catalizador de las disputas protagonizadas por las organizaciones criminales y de narcotráfico que ante la ineficacia de las autoridades y en no pocas con la complicidad de éstas, se reparten espacios para ampliar el control de los mecanismos de chantaje y sicariato, que se afianzan por el individualismo y la indiferencia de la sociedad.

Pero el fondo de la inseguridad ciudadana, no es solo el pesimismo de la gente, sino que la tendencia es cada vez más evidente a que el gobierno del encuentro se ha postrado y carcomido en sus funciones esenciales de administrar el país, lo cual se derrumba –aún más– por el crecimiento irreversible de la corrupción pública. 

Cualquier solución a la inseguridad ciudadana y a la violencia en las cárceles, para que sea efectiva y con efectos a largo plazo, atraviesa por el tratamiento de los grandes males sociales que sufren las mayorías de la población; el desmonte de las políticas neoliberales y por la capacidad política para revertir la crisis que se vive, caso contrario, toda posibilidad de amortiguar los impactos del crimen organizado, quedaran en nada.