Estudios realizados por la CEPAL con respecto a las inequidades sociales en el Ecuador, concluyen que estás son muy elevadas: “en la brecha entre las desigualdades, la riqueza es mayor, el 10% más rico de la población ecuatoriana posee el 75% de la riqueza nacional; mientras que la mitad más pobre tiene solamente el 3% del total de la misma”. Otro aspecto que cabe mencionar es que la desigualdad y el nivel de ingreso medio no están correlacionados en todas las ciudades del país, porque en los sectores suburbanos y rurales la pobreza es mucho mayor.
Mientras el gobierno nacional se empeña en hacer creer que la recuperación económica del país es una realidad, sin embargo, ninguna de las políticas públicas tiene ese propósito y menos aún el de reducir la pobreza. Los pobladores de a pie cuyas estadísticas no proceden de encuestadoras pagadas por la oligarquía, sino que las obtienen en el día a día, mediante información confiable proveniente de la desesperación cotidiana por llevar un mendrugo de pan a sus hogares, eso delata las mentiras gubernamentales, que de un lado informa de un incremento de 500 mil nuevas plazas de trabajo, pero el seguro social aclara que solamente hay un aumento de 80 mil nuevas afiliaciones. Lo cierto es que, crecen las desigualdades sociales en sus distintas dimensiones, particularmente en salud, salubridad, educación, vivienda y trabajo; a lo que se suman las deficiencias en la dotación de servicios básicos en los sectores rurales y los graves problemas que tienen los pequeños productores del campo para producir y vender sus productos.
Los grandes capitalistas y banqueros invierten solo si hay la seguridad de expansión económica, ni siquiera la cantaleta del libre mercado les interesa, menos aún eso de la oferta y la demanda, como todos sabemos, el capital privado invierte solo en aquellos sectores de la economía que le brinde apetecibles y abundantes ganancias, por eso, precisamente en los momentos de crisis en los que las dificultades comienzan a acosar al país, prefieren llevarse los dineros del pueblo a los paraísos fiscales, con lo cual, por partida doble, evaden la fiscalización y el pago de impuestos al fisco. En suma, se aseguran de acaparar de forma desproporcionada los beneficios “de sus ganancias económicas” a costa de las heridas generosas del sudor de los trabajadores, subempleados y desempleados, a quienes cada día se sepulta en la miseria.
Debido a las influencias ejercidas por los grandes empresarios, “el gobierno del encuentro” no constituye más que una prédica demagógica, que durante la campaña y ahora glorifican las bondades de la inversión extranjera, asumen que las empresas estatales no están alcanzando un nivel de productividad ni rindiendo beneficios económicos al Estado, para sentar las bases previas a la privatización de las empresas estatales y de los recursos naturales, así cumplen las recetas del FMI y del BM que disponen el incremento de aranceles que imposibilitan una vida digna a la mayor parte de nosotros.