El sistema ha sido egoísta, creer que recordarlo con el sobrenombre de Maestro del Liberador es suficiente. No. Es verdad que juntos en el Monte Sacro, en Roma, juraron independizar América, pero hemos olvidado su trabajo de pedagogo. En medio de la guerra por la independencia de nuestros países, consigue el apoyo de Bolívar para la creación de escuelas públicas, la creación de centros de formación de buenos profesores, de esta forma, se lograría la incorporación de más niños y niñas mulatas, indígenas y negros, para que como canta Silvio Rodríguez, dibujen alas de colibrí en libertad.
En su afán de crear escuelas en las que alumnos y docentes trabajen con libertad de pensamiento y de acción tuvo que exiliarse en Jamaica porque que en su Caracas natal era perseguido por los realistas por haber participado en el levantamiento contra la Corona Española por el año 1795. Luego de recorrer ciudades de EEUU y Francia regresa a América. Sin ninguna duda, es un maestro popular y de la esperanza, formador de ciudadanos. Un maestro adelantado a su época, que trabajó y luchó toda su vida por la liberación de una sociedad caracterizada por el orden colonial, esclavista y servil al imperio español.
A través de sus obras, podemos observar, cómo este caraqueño realizó un cambio con las formas y sentidos de observar, captar y expresar la realidad de su tiempo; sus escritos increpan y obligan a realizar un ejercicio creativo en la comprensión lectora y una confrontación con la realidad del entorno. Esto lo eleva como un sabio de tiempo, su vehemencia, sentido crítico, honestidad de sus palabras y la manera gráfica de expresarlas constituyen un legado que se caracteriza por su originalidad. Fue coherente, lo que escribía lo defendió en su accionar cotidiano. Él escribió como pensaba.
El maestro estaba convencido al observar la realidad americana, al padecer las angustias que originaba su progreso y avance, y entonces entra en la plasmación de planes concretos y objetivos tal cual como los recoge la UNE en “educación para la emancipación”. Sin embargo, fracasa porque la aristocracia refería a sus escuelas como lupanares, centros de perdición, eso en respuesta a que el maestro Rodríguez partía de una idea de igualdad, no como un objetivo sino como un principio del cual se parte, él dice en este espacio todos son iguales, no para alcanzar igualdad sino para demostrarlo en los actos.
Ya en su vejez, lo encuentra un viajero europeo en el alto Perú, “primero le pregunta si es francés porque hablaba el francés a la perfección, luego de momentos de conversación lo descubre y le dice, pero usted es Simón Rodríguez el maestro del Libertador, como una persona de su importancia está en estas condiciones de miseria. A lo que el maestro responde; "Mire: yo quise hacer del mundo un lugar digno para que todos puedan vivir, y en ese intento lo terminé convirtiendo en un infierno para mí"”. Esto define al maestro del Libertador.