Durante la desafortunada década de la revolución verde agüita en la que se intentó hacer aguas a las organizaciones sindicales que no se sometieron para aplaudir durante las sabatinas ni para dividir a la clase trabajadora organizada. De ordinario los sindicatos o gremios actúan en nombre y representación de sus integrantes para defender los derechos laborales y económicos que por su carácter reivindicativo y contestatario desembocan en conflictos para presionar a los empleadores y al Estado.
El derecho a la organización sindical está reconocido por la Constitución de la República, el Código de Trabajo y por otras entidades como la Organización Internacional del Trabajo, cuya función primordial es la negociación colectiva entre trabajadores, empleadores y el Estado para fijar remuneraciones, alcanzar nuevos derechos sociales y la defensa de los derechos ya adquiridos. Sin embargo esa legalidad está lejos de cumplirse, por lo que la lucha sindical por mantener los derechos de los trabajadores sigue vigente.
Durante el período del correato, al estilo capitalista se intentó neutralizar a la dirigencia a través de la judicialización del reclamo popular, persecución, cancelación, encarcelamiento; mediante leyes infames se despidió a miles de trabajadores y en otros se suprimió igual cantidad de puestos de trabajo. Es por eso que la clase obrera deberá mantenerse organizada, unida y convencida de que los gremios son el espacio más importante para el análisis ideológico de la realidad social y a la vez es la mejor arma para elevar la conciencia social y la lucha de clases.
La banca y la gran empresa capitalista mediante la economía consumista han disfrazado el conflicto de clases con las condiciones de vida general de la clase trabajadora a través de la beneficencia y ciertos servicios básicos a cambio de paz social y el apocamiento de cualquier señal de organización sindical. En estos tiempos de crisis sanitaria, tenemos un verdadero problema de desahucios, empobrecimiento generalizado y corrupción política creciente, que pareciera inaudito en un gobierno y sociedad supuestamente democrática, pero a la vez propia del neoliberalismo. Esto hace transcendental a la organización sindical y a la lucha por el mejoramiento de las condiciones generales de vida. Es desde esta premisa por la que tenemos que entender el impulso político, social y legislativo que tuvo y tiene el gobierno al mantener y propiciar el sindicalismo paralelo.
El actual gobierno en alianza con la oligarquía gestiona la economía para mantener su situación de privilegio y su capacidad de establecer las normas más favorables a sus intereses de clase y hacerlas respetar. Mientras los sindicatos no desmayan en su lucha, están agrupados bajo el principio marxista “trabajadores del mundo, uníos, porque no tenéis nada que perder, excepto vuestras cadenas”. Es el caso de los trabajadores de la educación congregados en la Unión Nacional de Educadores, con más de setenta años de trayectoria sindical y representación unitaria han demostrado por la vía de los hechos, su naturaleza movilizadora y de defensa de la educación pública y la vida.