El Ministro de Salud ha manifestado
que la población ecuatoriana se contagiaría en un sesenta por ciento del fatal
virus. Mal haríamos en ponernos felices que de que aún no estemos enfermos. Por
el contrario deberíamos poner las “barbas en remojo” antes de creernos
inmaculados, indemnes o a salvo.
Gobernantes y población necesitamos
educarnos para pensar y transformar la crítica realidad pero con un soporte
metodológico de autocrítica y reelaboración permanentes de unidad, al alcance
efectivo de todos los ciudadanos, y así superar el débil sistema medico
engendrado por el caduco orden económico-social. En ello la educación ha de
servirnos para ganar fuerza organizadora contra las peores herencias de los
gobiernos de turno, de manera particular contra la corrupción.
A nivel mundial con pocas excepciones,
las ciudades están combatiendo el mismo mal. Jamás ha ocurrido esto, aunque la
humanidad ha sufrido otras pandemias, la amenaza de la guerra nuclear nos tiene
asustados desde 1945, el cambio climático; en fin, hemos estado esperando algún
tipo de catástrofe hasta que nos llegó, y llegó para cambiar nuestras vidas,
nuestra forma de vivir. De pronto el Covid19, impone a las autoridades que
decreten unas rutinas de confinamiento para controlar la expansión del virus, confinamiento
que a la vez agranda más las fisuras de la pobreza.
A inicios de abril, cerca de mi casa
murió un hombre, familiares y vecinos inmediatamente tomamos las desdeñosas
precauciones para no pasar por ese domicilio. Sin embargo, al siguiente día, se
aclaró que no había muerto a causa del coronavirus, dejando a la vecindad
indiferente y hasta aliviada. Como no ha muerto por el virus ¡no ocurrido nada!
Así el desconocimiento y la poca educación, nos vuelve inhumanos.
Más inquietante aún, es que este
confinamiento sin precedentes es indisociable de nuestra dependencia, revelando
las ganancias del capitalismo digital como la empresa Amazon, pero a la ves evidenciando
los peligros de la mala distribución de la riqueza, la mala planificación, el
tratamiento diferente que se da a las ciudades grandes, poniendo al descubierto
el abandono a los sectores populares y rurales, donde los servicios de salud y
la atención médica es inexistente.
Quizá no nos sobrevengan caídas de las
plataformas como las del Consejo Nacional Electoral, porque arruinaría nuestra
dependencia tecnológica en el hogar, el tele trabajo, el tele estudio, las tele
compras, la telemedicina, etc. Claro está que el confinamiento conlleva la
posibilidad de cuidar o recuperar nuestra salud, pero también induce la
necesidad de salir en busca del pan con “el sudor de la frente”.
Finalmente, a pocos días de la
celebración del Día del Trabajo, el capitalismo que no piensa, que jamás ha
pensado porque no es un sujeto, sino una estructura social que determina la
intervención de los hombres en la sociedad, los trabajadores junto a los
sectores populares tienen la obligación de entender que el problema no está en
aceptar que la pandemia afecta a todos, sino en organizarse para combatir la
pandemia y las injusticias sociales.