domingo, 3 de mayo de 2020

Confinamiento agranda las fisuras de la pobreza


El Ministro de Salud ha manifestado que la población ecuatoriana se contagiaría en un sesenta por ciento del fatal virus. Mal haríamos en ponernos felices que de que aún no estemos enfermos. Por el contrario deberíamos poner las “barbas en remojo” antes de creernos inmaculados, indemnes o a salvo.
Gobernantes y población necesitamos educarnos para pensar y transformar la crítica realidad pero con un soporte metodológico de autocrítica y reelaboración permanentes de unidad, al alcance efectivo de todos los ciudadanos, y así superar el débil sistema medico engendrado por el caduco orden económico-social. En ello la educación ha de servirnos para ganar fuerza organizadora contra las peores herencias de los gobiernos de turno, de manera particular contra la corrupción.
A nivel mundial con pocas excepciones, las ciudades están combatiendo el mismo mal. Jamás ha ocurrido esto, aunque la humanidad ha sufrido otras pandemias, la amenaza de la guerra nuclear nos tiene asustados desde 1945, el cambio climático; en fin, hemos estado esperando algún tipo de catástrofe hasta que nos llegó, y llegó para cambiar nuestras vidas, nuestra forma de vivir. De pronto el Covid19, impone a las autoridades que decreten unas rutinas de confinamiento para controlar la expansión del virus, confinamiento que a la vez agranda más las fisuras de la pobreza.
A inicios de abril, cerca de mi casa murió un hombre, familiares y vecinos inmediatamente tomamos las desdeñosas precauciones para no pasar por ese domicilio. Sin embargo, al siguiente día, se aclaró que no había muerto a causa del coronavirus, dejando a la vecindad indiferente y hasta aliviada. Como no ha muerto por el virus ¡no ocurrido nada! Así el desconocimiento y la poca educación, nos vuelve inhumanos.
Más inquietante aún, es que este confinamiento sin precedentes es indisociable de nuestra dependencia, revelando las ganancias del capitalismo digital como la empresa Amazon, pero a la ves evidenciando los peligros de la mala distribución de la riqueza, la mala planificación, el tratamiento diferente que se da a las ciudades grandes, poniendo al descubierto el abandono a los sectores populares y rurales, donde los servicios de salud y la atención médica es inexistente.
Quizá no nos sobrevengan caídas de las plataformas como las del Consejo Nacional Electoral, porque arruinaría nuestra dependencia tecnológica en el hogar, el tele trabajo, el tele estudio, las tele compras, la telemedicina, etc. Claro está que el confinamiento conlleva la posibilidad de cuidar o recuperar nuestra salud, pero también induce la necesidad de salir en busca del pan con “el sudor de la frente”.
Finalmente, a pocos días de la celebración del Día del Trabajo, el capitalismo que no piensa, que jamás ha pensado porque no es un sujeto, sino una estructura social que determina la intervención de los hombres en la sociedad, los trabajadores junto a los sectores populares tienen la obligación de entender que el problema no está en aceptar que la pandemia afecta a todos, sino en organizarse para combatir la pandemia y las injusticias sociales.