En referencia a la
Navidad, en las redes sociales se popularizó el mensaje: “el simulacro de la
paz y el amor ha finalizado, ya pueden volver a ser los mismos de siempre”.
Cruda realidad que calza muy bien al acontecer de la política nacional.
La fábula de la
corrupción política y económica que los medios transmitieron durante los
últimos meses del año que concluye, se caracterizó por discrepancias entre las
fanaticadas de alianza país, y luego por las capitulaciones de la justicia
ecuatoriana, que no llegó a sancionar a todos los implicados en el festín de
Odebrecht, como tampoco profundizó las investigaciones de los presuntos
negociados petroleros.
Pronto daremos paso
al 2018, año que asoma en el escenario nacional como una etapa muy dura para
los ciudadanos y las organizaciones gremiales. La dominación empresarial se
evidencia con el espurrio aumento de once dólares al salario básico decretado
por el Gobierno.
Agudizando más la
economía de los sectores populares, a la par que arrecia la lucha de los
trabajadores para exigir del Gobierno, no sólo el cambio de la prepotencia del
correato, por la tolerancia, el “dialogo” y las sonrisas, sino la reactivación
económica para generar fuentes de trabajo.
Volviendo al tema
navideño, pocos recuerdan el origen y el espíritu franciscano, el nacimiento y
esa inocencia de la niñez mezclada con la ilusión de una sonrisa esperanzadora,
que se ve opacada por la falta de sorpresas. Por el contrario, ahora están
primero las enfermedades relacionadas con la pobreza, el abuso y violencia
sexual, e incluso el asesinato infantil. En esta época navideña, de fin y de
nuevo año dedicado a la reflexión, es más un tiempo de compras, pero de compras
para quienes tienen dinero, porque para los niños pobres sólo hay caramelos
agridulces, caras tristes y llanto, que hacen en realidad un simulacro de
felicidad.
En el plano político
nacional, las pocas horas que faltan para recibir al 2018, constituyen la
oportunidad para dejar la pasividad ante la corrupción y exigir al Gobierno y a
los políticos, acciones concretas y urgentes que conlleven a eliminar el
asistencialismo y la pobreza. No con el consuelo de que algún día llegará el
anhelado buen vivir, sino con el espíritu de la unidad, para reforzar la acción
política de movilización y organización popular, y construir una democracia
participativa que impulse un proyecto más equitativo.