sábado, 16 de septiembre de 2017

Reforma Educativa sin demagogia, para que atienda a todos


   Para quienes desconocen la importancia del proceso de enseñanza y de la relación entre estudiantes y maestros en las aulas, es fácil culpar a los docentes por la deserción y repetición escolar, dicen que no saben estimular el aprendizaje de los estudiantes.
   No defenderé a ultranza a los docentes, quizá haya algo de verdad, pero definitivamente los pedagogos saben que las habilidades y competencias para la enseñanza que tienen los profesores son sólo un factor de muchos otros que influyen en la formación integral y en desarrollo del conocimiento de los estudiantes.
   Desafortunadamente, en la denominada década ganada, más allá de la construcción de unos cuantos edificios que patrocinan la exclusión de miles de estudiantes del sector rural, la educación en términos generales, no solo se ha estancado, sino que ha retrocedido, especialmente por la masificación de alumnos en las aulas y escuelas del sector urbano, cierre de planteles, y por el descuido de los aspectos curriculares y de formación del profesorado. 
   El amontonamiento de alumnos en aulas sin ventilación y sin mobiliario suficiente y adecuado es antipedagógica desde cualquier lado que se le vea, como también es el peor de los desaciertos que en varias escuelas se confíe la administración y la educación a personas ajenas a la profesión docente e incluso sin ninguna profesión. 
   Quienes impulsan ciegamente la revolución educativa, en la práctica no quieren solucionar la problemática educativa y tratan de callarla, de esconderla o ignorarla a través de una propaganda perniciosa que la paga el gobierno con dineros del pueblo ecuatoriano, para maquillar los rezagos de la fracasada revolución educativa. Y por si esto fuera poco, los libros gratuitos suelen llegar incompletos y a mediados del quimestre. 
   También es penoso comprobar que la problemática educativa se agrava más, por la ignorancia e inoperancia administrativa mostrada desde el ministerio de educación, en decisiones tan simples, como por ejemplo, colocar en escuelas sin espacios para la recreación, a niños y niñas de tres y cuatro años conjuntamente con otros de hasta dieciséis años, lo cual trastoca inevitablemente los procesos de aprendizaje poniendo en riesgo a los más pequeños. 
   En fin… estamos ante un escenario educativo que no es nuevo para los ecuatorianos, una realidad de carencias que el ex ministro de educación sigue negando y promocionandolas como una panacea de bondades ahora en su condición de presidente de la comisión de educación de la asamblea legislativa.