A casi diez años de la revolución ciudadana y en medio de una adelantada campaña electoral, en la mayoría de partidos y movimientos políticos, pero más en el movimiento de las mentes lúcidas, los dirigentes no pueden esconder su estado anímico, aunque sigan alimentándose de glorias pasadas o de consignas populistas.
La dirigencia verde agüita tiene muy claro que sus posibilidades de mantenerse como la primera fuerza política del país ha dado un giro irreversible. El miedo se olfatea en los cargos públicos que ocupan mientras en las débiles bases la desconfianza aumenta en razón de que sus aspiraciones personales de trabajo no se cumplen.
A pesar de que las encuestas oficiales reflejan que siguen siendo la primera fuerza, en la práctica se evidencia lo contrario, ya no es sólo la prepotencia del régimen, la persecución a la oposición, la criminalización de la protesta social o el aumento de impuestos; hoy se aprecia como la corrupción en las altas esferas del poder se oculta no tanto porque puede causar daño al gobierno sino por el temor a los poderes financieros, a los que en la práctica mandan sin presentarse a elecciones.
El escenario político y electoral que enfrentan los de las manos limpias es entendido en toda su amplitud, ellos saben que su debilitado aparato mediático que desde las sabatinas intenta más que informar su actividad administrativa, desprestigiar a la oposición calificándola de "enemigos de la revolución". Nos hemos acostumbrado a las escenas cantinflescas y proselitistas al estilo populista que caracteriza al Presidente Correa.
Resulta fácil hablar acerca del carácter “revolucionario” del movimiento oficial, sus líderes nos ha demostrado un desconocimiento acerca de la historia del movimiento obrero y de las luchas sociales, por lo que no se requiere de mayor esfuerzo para responderles, basta una mirada a la forma neocapitalista de cogobernar con la partidocracia a la que dicen combatir, así como a su endeble pensamiento ideológico puesto de manifiesto en los últimos tiempos.
Resulta fácil hablar acerca del carácter “revolucionario” del movimiento oficial, sus líderes nos ha demostrado un desconocimiento acerca de la historia del movimiento obrero y de las luchas sociales, por lo que no se requiere de mayor esfuerzo para responderles, basta una mirada a la forma neocapitalista de cogobernar con la partidocracia a la que dicen combatir, así como a su endeble pensamiento ideológico puesto de manifiesto en los últimos tiempos.
La mayoría absoluta en la Asamblea, pero aún más, las decisiones que allí se toman a pulso de botón han convertido al gobierno en un aparato de poder neoliberal, la tarea legislativa y de fiscalización se orienta desde Carondelet o desde instancias ajenas a los asambleístas, es decir desde afuera se adoptan las reformas sociales, económicas y laborales más dañinas para las clases populares judicializando para ello el nivel de contestación en las calles.