La pobreza o la riqueza no se pueden medir por la cantidad de cosas, como tampoco por la cantidad de salario que se gane. Es indispensable establecer el grado de satisfacción de necesidades que puedan producir esas cosas o ese salario a toda la población. Por ejemplo, trescientos cincuenta dólares de salario básico en Ecuador es poco, sin embargo en Haití resultaría atractivo, aunque asimismo insuficiente para cubrir la canasta básica.
En estos días de pleno ejercicio de la cultura mercantilista, Nos
darnos cuenta de la pobreza humana de los gobernantes, que son los culpables de
la pobreza material que padecen los sectores populares, pobreza injusta e
inadmisible que genera el modelo desarrollista actual. Pobreza humana de la
dirigencia gobernante. Si, pobreza humana manifestada en la incapacidad para actuar
con pensamiento y criterio propios al momento de elaborar y aprobar las leyes
que beneficien a todos los pueblos del Ecuador. No es ninguna novedad, que éstas
se envían desde Carondelet.
La pobreza humana a la que hago referencia, no es propiedad del
gobierno actual. No, de ninguna manera. Estos procedimientos antidemocráticos
propios del populismo, han sido feria de todos los gobiernos anteriores, que
prometiendo combatir la injustita social, han ahondado la brecha entre ricos y
pobres. Quizá haya quienes crean que, porque los sectores visibilizados como
pobres, poseen electrodomésticos e incluso cocinas de inducción, ya han dejado
de ser pobres. No, siguen siendo pobres.
Es patético que: Mientras se vocifere contra las grandes potencias;
se les entregue por adelantado los recursos naturales a pretexto de dinero
fresco. Mientras se siga dependiendo de la cultura del petróleo y del impuesto;
el cambio de matrices seguirá siendo una quimera. Mientras se siga gastando en ministerios
inútiles y en viajes de popularidad; la crisis económica aumentará postergando
el ansiado buen vivir. Mientras en las sabatinas se siga denostando a quienes
no piensan en el sentido de la corriente oficial; la clase gobernante profundizará
su pobreza humana.
Pero más patético es, que mientras más se violentan los derechos
civiles y se judicializa el descontento social, sigamos presos del miedo.