viernes, 18 de diciembre de 2015

"Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo"

Parodiando a Cabral, los gobiernos de tendencia neoliberal, asumen que se es menos pobre, porque se dispone de más bienes materiales. Falacia igual a la existencia de Papá Noel.

La pobreza o la riqueza no se pueden medir por la cantidad de cosas, como tampoco por la cantidad de salario que se gane. Es indispensable establecer el grado de satisfacción de necesidades que puedan producir esas cosas o ese salario a toda la población. Por ejemplo, trescientos cincuenta dólares de salario básico en Ecuador es poco, sin embargo en Haití resultaría atractivo, aunque asimismo insuficiente para cubrir la canasta básica.
En estos días de pleno ejercicio de la cultura mercantilista, Nos darnos cuenta de la pobreza humana de los gobernantes, que son los culpables de la pobreza material que padecen los sectores populares, pobreza injusta e inadmisible que genera el modelo desarrollista actual. Pobreza humana de la dirigencia gobernante. Si, pobreza humana manifestada en la incapacidad para actuar con pensamiento y criterio propios al momento de elaborar y aprobar las leyes que beneficien a todos los pueblos del Ecuador. No es ninguna novedad, que éstas se envían desde Carondelet.
La pobreza humana a la que hago referencia, no es propiedad del gobierno actual. No, de ninguna manera. Estos procedimientos antidemocráticos propios del populismo, han sido feria de todos los gobiernos anteriores, que prometiendo combatir la injustita social, han ahondado la brecha entre ricos y pobres. Quizá haya quienes crean que, porque los sectores visibilizados como pobres, poseen electrodomésticos e incluso cocinas de inducción, ya han dejado de ser pobres. No, siguen siendo pobres.
Es patético que: Mientras se vocifere contra las grandes potencias; se les entregue por adelantado los recursos naturales a pretexto de dinero fresco. Mientras se siga dependiendo de la cultura del petróleo y del impuesto; el cambio de matrices seguirá siendo una quimera. Mientras se siga gastando en ministerios inútiles y en viajes de popularidad; la crisis económica aumentará postergando el ansiado buen vivir. Mientras en las sabatinas se siga denostando a quienes no piensan en el sentido de la corriente oficial; la clase gobernante profundizará su pobreza humana.

Pero más patético es, que mientras más se violentan los derechos civiles y se judicializa el descontento social, sigamos presos del miedo.