La realidad que hoy vive nuestra pluricultural
y multiétnica nación ecuatoriana data más allá de la última dictadura, allí se establecieron
las políticas neoliberales que siguen siendo la base material del actual poder
especulativo financiero. En el año 2006 con la esperanza de que esa magra
realidad cambiara, las organizaciones populares y sectores progresistas promovieron
un “cambio de época” que se plasmó en la Constitución de Montecristi.
Sin embargo, la derecha y la
oligarquía criolla opusieron resistencia al cambio de la estructura capitalista
del Estado, que es el real obstáculo para que no podamos explotar los recursos
naturales con soberanía y contar con un ordenamiento jurídico y económico que
permita mejorar las condiciones de vida de todos los ecuatorianos.
Ilusos fuimos al creer en las manifestaciones
de soberanía por la salida de la Base Yanqui en Manta y en contra de un TLC con
EE-UU, y en los pronunciamientos por el fortalecimiento de las relaciones con
la Comunidad Andina de Naciones y el MERCOSUR. Lamentablemente, pudo más el
poder oligárquico, que sin descaro se infiltró en los sectores estratégicos del
gobierno, para desde allí defender sus intereses de clase.
La caída de los precios del
petróleo los ha delatado. La época de las vacas gordas sirvió más para
publicitar el proyecto político reformista que para hacer la obra nacional que
le corresponde. Mientras que para
sostenerse, en la época de las vacas flacas se sigue endeudando al país con el imperio
chino que le impone recetas monetarias al mismo estilo del FMI.
Por eso no nos debe extrañar que,
los actuales revolucionarios y otros camuflados de “centristas e
independientes” se asusten con la presencia en las calles del pueblo organizado,
que con valentía inquebrantable y fe patriótica luchan por la patria nueva. Se
asustan por el solo hecho de recordarles que ofrecieron una revolución y no la
modernización del estado capitalista. Se molestan por decirles que son un grupo
político estéril que al igual que en las últimos cuarenta años, en estos 8 años
de “revolución ciudadana”, lo único que han hecho, es defender al sistema
neoliberal.
Queda entonces, que hombres y
mujeres progresistas junto a las organizaciones populares comprometidas con el país
del buen vivir, aceren la unidad para construir una democracia a favor del
pueblo y no en contra de él.