Ante la presunta corrupción en la
contratación y construcción de la Hidroeléctrica Mandariacu, obra denominada
como “emblemática de la revolución ciudadana”, la Comisión Anticorrupción cree
que podrían estar involucrados funcionarios de la Prefectura de Pichincha, de
la Corporación Eléctrica, de la Contraloría General y de la transnacional
Odebrecht, quienes serían los responsables de un sobre precio que supera los
cien millones de dólares y de la generación de apenas el 15% de la energía contratada.
se afirmaba que habían dineros públicos. Consecuencia
de aquel atropello, se paralizó por decir lo menos, la construcción de la
central hidroeléctrica de 30 megavatios, cuyos trabajos con una duración de tres
años estaban previstos iniciarse este mes, que aparte de generar fuentes de
trabajo local, contribuiría a cubrir el déficit de energía eléctrica que tiene
el país.
El Gobierno, lejos de dar las
facilidades para que se aclaren los hechos denunciados, amenazan con enjuiciar
a los comisionados, por redactar un informe “lleno de imprecisiones y omitir
información clave para entender en su conjunto y transparentemente, el Proyecto
Hidroeléctrico Manduriacu”. Claro, cuando se trata de defender su “proceso
revolucionario”, todo es válido, están por encima de todo, se valen de medios
constitucionales e institucionales para deslegitimar o dividir al movimiento
sindical y con mayor empeño a la UNE, llegando al extremo de judicializar el
pensamiento crítico para acallar a los líderes gremiales y de la oposición
política.