sábado, 9 de mayo de 2015

Pobre mi madre querida, cuantos disgustos le he dado...



Sin duda el principal referente a la hora de celebrar el Día de la Madre, es la Madre trabajadora, la obrera, la maestra, la ama de casa, pues la compleja situación en la que viven y luchan, es aún una tarea pendiente. Es tanto lo que le debemos al ser que nos dio la vida y a la vez tanto lo que tardamos en decirle un verdadero te quiero. Un te quiero diferente al “parangón” de felicidad que el sistema y el comercio le ofrecen.

No tiene sentido una celebración del Día de la Madre, si persiste el silencio y la complicidad de fanáticos religiosos y políticos charlatanes que aprueban leyes dogmáticas atribuyéndose la potestad de disponer sobre el bienestar de la mujer, o de ofrecerles a las amas de casa una incompleta seguridad social que no alcanza para eliminar la disyuntiva de decidir entre comprarse la medicina para curar sus males y llevar el pan para sus hijos.

Por ello, hace falta que hoy y no al final de sus días, el Estado garantice a las madres amas de casa, trabajo para así erradicar las inequidades económicas y sociales que son las que determinan el anhelado buen vivir.

La reacción de la madre del adolescente que ofrece yuca al Presidente, me trae a la memoria la acción de la heroica “Madre” de Máximo Gorki, que sin amilanarse ante la persecución y encarcelación de su hijo, recoge la bandera caída y con lágrimas en los ojos continúa marchando hacia adelante por mejores condiciones de vida para todo el pueblo y por la emancipación de la sociedad.

Un saludo entrañable a todas las madres, que emulando a Dolores Cuacuango y Transito Amaguaña, y que con su elevada sensibilidad fraternal y social, levantan banderas de dignidad exigiendo que sus derechos no sean ignorados.

A todas ellas, con especial afecto hago mías frases de canciones de autores que no me siento obligado a señalar, porque lo importante es el sentimiento que expresan:

“Pobre mi madre querida, cuantos disgustos le he dado... cuántas veces escondida, llorando triste y vencida en un rincón la he encontrado”. Perdóname, si pido más de lo que puedo dar, si grito cuando yo debo callar, si huyo cuando tú me necesitas más”. Pero “Vive siempre orgullosa, vive  tranquila que a ti te debo lo que soy”.